El Museo de la Aduana coloca por fin un cartel en dos idiomas y una flecha indicadora del acceso real, en la puerta de la plaza de la Aduana.
La construcción del Palacio de la Aduana duró lo suyo, pues aunque se proyectó el último año de vida de Carlos III, se terminó en los últimos años del reinado de su nieto -el badulaque de Fernando VII- nada menos que en 1829. Además de sustituir a la antigua aduana de Puerta del Mar, que se había quedado emplazada muy tierra adentro, sirvió de elemento principal a varias generaciones de marinistas, que lo plasmaron en numerosos cuadros, por el atractivo que suponía esta mole de piedra casi asomada al mar, con el estrecho paseo delantero de la Cortina del Muelle y barcos de vela bogando por los lienzos.
Costó lo suyo que el conglomerado de negociados varios de la administración central se marchara en este arranque del siglo XXI a edificios más funcionales para dejar sitio al dignísimo Museo de Málaga con sus dos secciones. Los muebles del antiguo Gobierno Civil eran grandes y un poco siniestros. Servidor recuerda haber recorrido algunas de esas estancias en su adolescencia con el corazón encogido por tanto terciopelo y madera gastada, en guardia por la posible aparición de un espectro de funcionario de siglos pasados.
El estreno del Museo de la Aduana, en diciembre del año pasado, fue acogido con verdadera alegría por muchísimos malagueños. A muchos de ellos, por cierto, se les torció el gesto cuando supieron que en verano (del 16 de junio al 16 de septiembre), en la época en la que Málaga recibe más visitantes, el museo estaría a medio gas y no abriría por las tardes.
A cargo de la Junta de Andalucía, este inexplicable relax veraniego quizás se entendería en otras ciudades andaluzas como Sevilla o Córdoba, donde hasta que no se marcha el lorenzo arrecia el calino pero en la capital de la Costa del Sol muchos seguimos considerando un despropósito este horario veraniego tan poco ejemplar.
Pero hoy toca una de cal y otra de arena, porque si se acercan a la antigua entrada principal de la Aduana, la que asoma a la plaza de la Aduana, verán que por fin se han decidido a colocar una flecha indicadora de la entrada real del museo -con la palabra Acceso en español e inglés- pues le sucedía a algunos visitantes que, al toparse con la puerta que da a la plaza de la Aduana cerrada, y un cartel con el nombre de Museo de Málaga y el membrete de la Junta, concluían con lógica que el museo estaba cerrado y se iban con la música a otra parte.
Desde luego si el visitante no era de Málaga, a no ser que fuera médium o seguidor del padre Pilón, difícilmente podía intuir que la entrada se encontraba, en realidad, a la vuelta de la esquina.
Pero el panorama, como decimos, ha cambiado y además de la flecha indicadora en dos idiomas, un cartel con el horario de apertura durante todo el año, también en español e inglés, deja a todo el mundo contento…salvo a quienes lo deseen visitar cualquier tarde de verano. Es lo que tiene nuestra simpar administración autonómica.