Málaga cuenta de facto con una manca consolidada mucho más manca que Cervantes: la escultura de la mujer que acompaña el busto de Arturo Reyes, manca por decisión municipal.
Como saben, en España solemos ser bastante exagerados. Ayer hablábamos de Cervantes, a quien más de un admirador lo calificó de «manco genial», cuando, según la RAE, un manco es una persona que ha perdido un brazo o una mano. Don Miguel, que recibió en la famosa batalla naval de Lepanto tres arcabuzazos, conservó lo uno y lo otro hasta el final de sus días, no así bastantes de sus dientes, que sí que pusieron pies en polvorosa. Lo que en realidad perdió fue el uso de la mano izquierda pero de ahí a quedar manco… «hay un majao», como asegura el saber popular en Málaga.
Otro cantar es Ramón María del Valle-Inclán, aunque la manquedad le sobrevino, no como el hubiera deseado -en un romántico duelo o comandando una partida carlista- sino por el bastonazo mal dado de un contrincante. El golpe le incrustó un gemelo en el brazo izquierdo, le quebró el hueso y el brazo terminó por ejercer el derecho a decidir.
Estos dos egregios mancos, uno falso y otro verdadero, hacen que dirijamos la vista a un conjunto escultórico que ha protagonizado bastantes de nuestras crónicas por ser uno de los predilectos de nuestros vándalos. Ya saben, esas tribus pleistocénicas que no vuelven tranquilas a casa hasta que no agreden una escultura pública o un monumento que, afortunadamente, sobrevivirá a su estupidez.
Estamos hablando del monumento a Arturo Reyes, obra de Adrián Risueño de comienzos de los 60 del siglo pasado, que se encuentra en el tramo norte del Parque, en el extremo más próximo al Hotel Málaga Palacio.
Si ha protagonizado tantas crónicas se debe a la escultura de una joven que acompaña al novelista malagueño, representación de los personajes femeninos de sus novelas costumbristas. La escultura ha sufrido en los últimos años la pérdida cíclica de la mano derecha, la que sostenía una flor. De manera sistemática, como si formara parte de algún ritual de la Prehistoria, la mano era arrancada por algún borrico de la escuela neoneandertaliense -es hasta posible que alguno de estos tarugos las conserve a modo de (cuestionables) trofeos de caza-
Ante tanta extracción, el Ayuntamiento de Málaga tuvo que fabricar en serie manos y flores de repuesto, fabricados en resina, pero los vándalos habían convertido el grupo escultórico en un sírvase usted mismo. El proceso era el mismo: primero desaparecía la flor, algún romántico la sustituía por una flor real de pacífico y luego llegaba el turno de arrancar la mano.
¿Qué hacer ante esta situación? ¿seguir proveyendo a nuevas generaciones de bípedos garrulos de manos y flores de resina? El Consistorio se ha plantado y todo apunta que Málaga contará con una manca escultórica durante un largo periodo de tiempo. Lo dicho, ya disfrutamos de una escultura bastante más manca que Cervantes.