En Málaga, una avenida y una calle homenajean a Miguel de Cervantes, el escritor que recibió una crucial negativa del Consejo de Indias para irse a vivir al otro lado del charco, lo que permitió que en él germinara El Quijote.
Si hay una frase que cambió para siempre la Historia de la Literatura, sin duda esa ha sido «Busque por aquí en qué se le haga merced». Fue la respuesta del Consejo de Indias a Miguel de Cervantes cuando, al regreso de sus cinco años de cautiverio en Argel, solicitó un cargo en el Nuevo Mundo, en concreto en la actual zona entre Guatemala y Bolivia.
Con el salto al otro lado del charco, es bastante probable que no hubiera conocido nunca a su futura mujer, Catalina de Salazar, natural de Esquivias, el pueblo toledano al que se marchó a vivir, por cierto en una casa propiedad de un pariente de su mujer, un tal Alonso Quijada.
Sin los personajes del pueblo y los que fue encontrándose en ventas y caminos en los siguientes años de recaudador, la novela más importante de la literatura universal no habría existido o cuando menos, habría sido radicalmente distinta. Al responderle el Consejo de Indias que se buscara las habichuelas en España y dejara para otra vida la aventura americana, quizás nos perdimos a un pionero del realismo mágico, pero a cambio nos quedamos con el autor de la primera novela moderna.
En Málaga, hasta la fecha y según cuenta el saber popular, la persona con más rincones dedicados a su nombre es el concejal José Mena, que cuenta con una plaza junto a la calle Ollerías con su nombre y primer apellido y con dos calles en las playas de Pedregalejo, que recuerdan cómo era conocido entre sus amistades: las calles Menita y Pepote.
Le sigue en honores, y quizás no sea el único, Miguel de Cervantes, al que se le ha dedicado la avenida más lustrosa de la ciudad, la del famoso ABC (Ayuntamiento, Banco de España y la antigua Correos, hoy Rectorado) y la calle, hoy felizmente peatonalizada, de La Malagueta.
Cuando cada año celebramos el Día de la Hispanidad siempre nos cae la ración de tortas de unos políticos tan políticamente correctos, que se niegan a coger la Historia por los cuernos y, cuando menos, a leerla. Pues lo cierto es que en estos últimos dos años un par de trabajos de historiadores españoles y extranjeros sobre la Leyenda Negra vuelve a desmentir de forma rotunda el supuesto genocidio de los españoles en América y deja claro que tras unos 50 primeros años de abusos, que no de genocidio, siguieron unos siglos de protección efectiva de los pueblos indígenas, mientras que en Estados Unidos, salvo en las tierras usurpadas a México, hay que buscarlos con lupa.
En todo caso, hoy deberíamos dejar a un lado la Historia ficción y recordar la querencia de Cervantes por buscarse la vida en América. No pudo ser, permaneció en España y con ello dejó para el mundo la más famosa novela jamás escrita.
Viene esto a cuento porque la Hispanidad -leyendas negras y políticos acomplejados por Franco aparte- es ante todo la celebración de una cultura sin fronteras. Feliz 12 de octubre.