En la calle Gounod una parcela dejada a su aire y que va camino de vertedero ha logrado invadir, con una soberbia buganvilla, buena parte de la acera.
Ayer, el autor de estas líneas publicaba un reportaje sobre el parque periurbano de La Virreina que, para la asociación de vecinos de La Concepción -los nuevos bloques levantados en la parte alta de La Virreina- necesitaría mucho más mantenimiento. Y no solo en cuestión de jardinería sino también con respecto al arroyo que lo cruza y un canal de desagüe, el primero de ellos con una simbólica moto abandonada que lo obstruye y el segundo, con un cerro de piedras que hace muy complicado que, en una torrentera, las cosas no se desmadren.
Hace unos años, el firmante hablaba de esta zona de Málaga como la frontera, en el sentido de que se trataba de la nueva zona urbanizada y, por tanto, necesitaría años hasta lograr los equipamientos y el aspecto de otros barrios más consolidados.
La sensación fronteriza persiste y, en ocasiones, se incrementa si uno pasea por determinados rincones del barrio, sobre todo los situados más al norte, que también existe. Es el caso de una parcela a un tiro de piedra del Guadalmedina y el puente del jardín botánico, el que conduce a la finca de La Concepción. Se encuentra en la calle Gounod, que tiene detrás la plaza dedicada al comandante Cousteau porque, eso sí, aunque con carencias, esta barrio de Málaga cuenta con un grueso de grandes personajes internacionales en su callejero, lo que equilibra algo la balanza.
Lo desequilibrante es la parcela, rica en gérmenes, crisol de basuras, encrucijada de retretes y otras piezas de cuarto de baño. Hasta un maletón (vacío) hay depositado en su interior, pero no en lo más recóndito del terreno sino en la parte más pegada al paseo peatonal. Así que cualquiera que recorra la calle Gounod notará el contraste entre el compositor francés a quien está dedicada la vía y la acumulación de porquería asomada a ella. La basura, por cierto, está en el límite de la parcela, abierta a la calle, así que técnicamente, los servicios de Limasa no tienen por qué recogerla. Otra cosa es el espectáculo que provoca y el hecho de que, como si se tratara de un president tocado por el misticismo patriotero, el problema vaya a más.
Y es una pena porque el solar todavía conserva importantes huellas de lo que fue: alejado de este círculo de inmundicias, todavía crecen higueras, alcornoques y algún olivo, recuerdo de las tierras de cultivo de la zona; de hecho, pueden verse de vez en cuando a algunos paseantes, en una parcela próxima también en barbecho, recolectando aceitunas.
Pero lo que nos da la talla del abandono es una buganvilla que, imperiosa por naturaleza, ha invadido la acera de la calle Gounod y manifiesta la intención de ocupar la calzada. En este asunto, el Ayuntamiento puede instar al propietario del terreno a cortar por lo sano la invasión, a eliminar el exceso de buganvilla motu proprio y luego pasar la factura o a seguir mirando para otro lado. Las vistas desde este norte inexistente, por cierto, son maravillosas.