Las plantas siguen su camino, aunque tengan que abrirse paso por el muro del olvidado Paseo de don Juan Temboury y aledaños.
Este verano, las obras en la parroquia de Santiago han eliminado dos arbustos de un tamaño considerable que coronaban el tejado del campanario. Dado que el firmante cuenta con generosas dioptrías, por la forma de la copa y las hojas uno diría que en esas alturas, con vistas inmejorables de la ciudad de Málaga y mirando cara a cara a Gibralfaro, estaban pegando el estirón un par de ficus.
De cualquier forma, sean cuales sean las plantas, parecían la versión mediterránea de esos árboles inmensos, verdaderos pilares de la Tierra mucho más sólidos que la obra de Ken Follet, que sustentan los templos de la selva de Camboya, hasta el punto de que se han fundido con ellos y separarlos supondría el desplome de estos monumentos artísticos. Walt Disney, por cierto, se inspiró en ellos para su última película antes de fallecer (o acabar en la sección de Congelados de un súper, según algunos): El libro de la selva.
La irrupción de la Naturaleza en la civilización, en la trama urbana y también, hormigonada de Málaga, nos recuerda que aquí estamos de prestao y que si alguna vez la conjunción de dos ceporros de categoría cósmica como Donald Trump y Kim Jong Un se desbarra y nos vamos todos a hacer gárgaras, las plantas, la arena y el viento continuarán con su imparable tarea.
A una distancia más próxima, sin necesidad de otear campanarios, cualquier paseante del Centro Histórico puede encontrarse con esta irrupción verde. De hecho, se trata de un irrupción cíclica que, al menos hasta la fecha, nuestro Ayuntamiento no ha podido atajar. Hablamos de la Travesía del Pintor Nogales, la vía abierta en el desmonte de la Alcazaba, entre la fortaleza y el Museo de la Aduana. El muro de contención de la subida al monumento, el Paseo de don Juan Temboury, cuenta con una planta briosa y tenaz que surge de la tierra y asoma sobre la travesía.
Se encuentra además rozando lo que parece un cajetín de Sevillana, con sus cables correspondientes, y la verdad, no sería aconsejable una fusión de Naturaleza y electricidad (o lo que esos cables contengan), porque habría que llamar a los bomberos.
Pero en todo lo que concierne a esta travesía y el Paseo de don Juan Temboury, la pachorra de nuestro Ayuntamiento alcanza niveles míticos y si algún vez deja la Alcaldía Francisco de la Torre, lo habrá hecho sin haber prestado la más mínima atención al paseo, que bajo sus legislaturas se ha limitado a continuar con la decrepitud tres lustros más, con esas vallas oxidadas e inestables que en teoría, protegen a los turistas, que son los únicos que suben por esos andurriales.
Lo del arbusto que desea formar su propio jardín vertical es solo una prueba más de que, en lo que respecta a nuesro Consistorio, en este turístico rincón de Málaga la Naturaleza puede armar toda la marimorena que quiera.