Naves, replicantes y parques verticales

26 Sep

Nuestro alcalde innova en el eufemismo con la bellísima expresión «parques tecnológicos verticales», para referirse a las torres de Repsol.

A finales de los años 40, un piloto de la fuerza aérea norteamericana descubrió en los cielos un objeto extraño con la forma de un bumerang que, explicaba, se movía a saltos bruscos, igual que si se lanzara un plato sobre la superficie del mar. El periodista que recogió la noticia se armó un lío mayúsculo con las declaraciones y lanzó al mundo la noticia de que el piloto había vislumbrado un «platillo volante», en lugar de algo con forma de bumerang.

No hay confusión con los platillos y los bumerang sino un exquisito modelado lingüistico de la realidad, a cargo de nuestro alcalde, Francisco de la Torre, a la hora de hablar de los rascacielos de Repsol. En su última entrevista con La Opinión, el pasado domingo, se refirió a las futuras torres de oficinas que harán un poco más complicada la vida en la Carretera de Cádiz y la Cruz del Humilladero en terminos tan beatíficos como cuasigalácticos, al bautizarlos como «parques tecnológicos verticales». La expresión no puede ser más hermosa y abre la puerta a un futuro que ríase usted de Blade Runner. De hecho, para dar más efecto aeroespacial a la propuesta, no estaría mal que el primer rascacielos llevara el nombre de Puerta de Tannhauser, para animar al personal a alquilar despachitos.

Lástima que desde los parques tecnológicos verticales, y si nadie remedia el PGOU, también se verán las miles de viviendas que ocuparán el colindante polígono industrial de San Rafael y que para llegar hasta los parques tecnológicos verticales, entre los dos distritos más superpoblados de Málaga, algún oficinista eche de menos naves espaciales, ya sean platillos o bumerang, para sortear los atascos.

En todo caso, el hermoseamiento de la tosca realidad por nuestro alcalde puede empujar a nuevas creaciones en el campo de la Lengua Española y así, el hotel del Puerto, la (injustificada) competencia que le saldrá a La Farola para los próximos siglos, bien puede describirse como «hito vertical ultrafino», para templar a los más críticos con el proyecto.

Sin embargo, tan bellas palabras no consiguen hacer olvidar a muchos malagueños que, hace casi 35 años, el PGOU ofrecía a los habitantes de estos dos castigados distritos un parque en toda la extensión de los terrenos de Repsol. Árboles y paseos en lugar de parques verticales.

Este auténtico regalo a la ciudad ha ido mermando de tamaño, no por el interés general de los malagueños sino por el vil metal, y ha sido un movimiento ciudadano, Bosque Urbano Málaga, el que ha conseguido retranquear las posturas de nuestros políticos y que se ganen más zonas verdes.

La Carretera de Cádiz y la Cruz del Humilladero se merecen un gran parque sin eufemismos, aunque en el escenario urbanístico que nos pintan nuestros hábiles políticos ya solo falten naves espaciales y bellas replicantes. Parques tecnológicos verticales, loable forma de desgraciar la gran zona verde del siglo XXI.

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