Francis Ford Coppola y un solar de Campanillas

23 Sep

La calle Hortensia, en Campanillas, acoge un espurreo continuo de bolsas de basura y contenedores antediluvianos. La asociación de vecinos pide al Ayuntamiento que eche cemento en un pequeño tramo.

El rodaje de la gran Apocalypse Now, de Francis Ford Coppola, en la selva filipina, fue una sucesión de catastróficas desdichas en la que solo faltó que, el último día de rodaje, comenzara el Juicio Final y la película se fuera al garete.

Cierta desazón fílmica, contagiada por tan funesto rodaje, es la que se respira en un ríncón de la Hacienda Segovia, en Campanillas. Allí no hay miembros del Viet Cong ni charlies, tampoco una selva tupida, pero sí una tundra de porquería en la que las ratas pronto alcanzarán la categoría de felinos, cuenta la presidenta de la asociación de vecinos de Campanillas, Carmela Fernández.

El responsable de esta sección visitó la zona y comprobó que la acumulación de basura y espurreos varios es una práctica muy consolidada, a la que hay que sumar montañas de césped depositadas en la calle de un parque vecino, no municipal.

Como el callejero de Málaga es afín a a las bromas, este descerebrado paisaje de basura se encuentra en la calle Hortensia, así que sólo queda decir eso de «manda narices» y tratar de no aspirar el aire de esta vía con nombre de flor y de mujer.

El meollo de la cuestión se encuentra en un terreno en barbecho urbanístico llamado Los Morales -cuenta Carmela Fernández- que la crisis se encargó de convertir en lo que es: un basurero.

Tampoco ayuda mucho el que el Ayuntamiento haya deparado a los vecinos de esta moderna urbanización, justo en la zona pegada a la tundra, un par de contenedores que, seguramente, ya emplearon los primeros fenicios, pues se asemejan a grandes latas abolladas que ya solo pueden tener interés arqueológico (algún día ocuparán el lugar que merecen en nuestro Museo de la Aduana).

Estos locos cacharros necesitan de un Hércules para ser abiertos pero si el usuario es más bien normalito, puede pisar una recia palanca que se encuentra en la zona donde se acumula más mierda, con perdón. El resultado es que muchas bolsas se lanzan, el contenido se espurrea (qué sonoridad tiene este verbo), llegan las ratas y el problema se enquista.

El Consistorio también parece enquistado en la cómoda posición de atenerse a la normativa: como el solar está viéndolas venir, a la espera de que se reactive algún año la economía y se pueda construir en él, a los responsables de la promoción de viviendas les competerá hacer una acera como Dios manda.

La asociación de vecinos, mucho más sensata, se une a los vecinos del entorno y pide al Ayuntamiento que, en el tramo donde se encuentran los contenedores, echen ya, sin esperar a la bonanza ecónomica, un poco de cemento para que los usuarios puedan dejar la basura sin necesidad de enfangarse en porquería.

Todos quieren una buena película con final, si es posible, feliz.

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