El Pasaje Hospitalarios, en San José, reaparece tras una existencia envuelta en matojos. El resultado es un pequeño jardín y la preservación de un tramo de la antigua acequia que lo atraviesa.
Ayer, el autor de estas líneas se daba una vuelta por la acera que, desde hace dos años, proporciona seguridad a los cientos de turistas y visitantes que cada año acuden a pie al Jardín Botánico Histórico de La Concepción, una vez que la línea 2 de la EMT, en su última parada, deja poco antes de la actual Hacienda Nadales.
En concreto, en el llamado Pasaje Hospitalarios, en San José, que en el pasado había sido protagonista de alguna crónica por el aspecto despeluchado, sucio y, en resumen, poco hospitalario que presentaba. Málaga, que desde la tragedia del buque escuela Gneisenau ostenta en su escudo el merecido lema de ciudad Muy Hospitalaria, no podía permitirse este sarcasmo hecho pasaje. De hecho, recibe este nombre en recuerdo de la antigua orden de los Hospitalarios y el Ayuntamiento decidió dedicarle este rincón por la cercanía con el veterano Centro Asistencial de San Juan de Dios, el antiguo psiquiátrico de San José. San Juan de Dios, a su vez, cuenta con una plazuela y una calle en el Centro.
Hay un antes y un después en el Pasaje Hospitalarios, tan radical como los antiguos anuncios del chocolate Matías López, en los que se veía a hombres y mujeres escuchimizados, que cogían bastantes kilos de más y se mostraban bien hermosos tras zamparse algunas onzas .
El antes del Pasaje era una espesura de matas en la que podían esconderse los indios siux y el Séptimo de Caballería sin estorbarse. El resto del paisaje se completaba con un terrizo capaz de deprimir a Mary Poppins y un árbol en estado de derribo al que ya no le quedaba ninguna primavera.
Lo único salvable del paisaje era una pequeña acequia, un tramo que la urbanización de la zona no engulló y que en su día un experto llegó a relacionar con el Acueducto de San Telmo, aunque lo más probable es que sirviera para regar alguna finca cercana, por ejemplo, la de San José, a un tiro de piedra y no guarde relación con la obra del XVIII.
El Consistorio, finalmente, cogió el toro por los cuentos, eliminó el árbol caduco y las matas ciclópeas terminaron en el mundo de las ideas. Como tampoco eran plan de sustituirlas por un campito de hierba, se ha optado por un jardín de plantas crasas, que necesitan poca agua y también se ha decidido mantener los pocos metros de acequia como adorno.
Incluso ahora, el parterre, más bien un parterrito, cuenta con su propio cartel de prohibición de no dejar la caca del perro o en su caso, multa que te crió. Todo un avance visto el antes del chocolate.
También parece acertado dejar crecer plantas en el lecho de la acequia, para que quien lo cruce no pierda un par de piezas dentales al perder el equilibrio. Eso sí, necesitará limpieza periódica porque algunas personas, afines a los neandertales ensucian algo que excede a estas páginas, pues guarrean…lo que no está escrito.