Dos años después de su heroica puesta en marcha, la acera que da cobijo a quienes hacen a pie el último tramo hasta La Concepción cumple su cometido.
Si alguna utilidad puede tener esta sección, que este año ha cumplido ya la mayoría de edad, es la de ejercer en algunos casos de mosca cojonera ante las administraciones, para que algunos rincones olvidados de Málaga tengan una segunda vida más gratificante.
Ejercer de mosca no siempre garantiza un final feliz para un problema o una carencia, pero a veces el vuelo constante sobre la cabeza del gestor público da sus frutos, aunque sean modestos, y esta sección pone su granito de arena en la solución del entuerto.
Este ha sido el caso del acceso peatonal a La Concepción, del que este rincón del periódico se ha ocupado con más insistencia que Ravel con la melodía de su Bolero.
Carente desde su inauguración de aceras e iluminación, el acceso peatonal al Jardín Botánico Histórico de Málaga era una vergonzosa demostración de la ineptitud extrema del Ministerio de Fomento, propietario de la vía, al tratarse de un tramo de unos 500 metros de la Carretera de Casabermeja. A la Demarcación de Carreteras de Andalucía Oriental, dependiente de Fomento, el tramo en cuestión le importó un pimiento durante 20 años, así que se limitó a sestear y a aplicar las tres palabras mágicas de algunos recovecos administrativos: A mí, plin.
El resultado fue que turistas y visitantes se jugaban el tipo yendo a pie hasta el jardín. No fue hasta hace dos primaveras cuando el entonces responsable del jardín, Luis Medina-Montoya, envió a las bravas a los estajanovistas responsables de la Demarcación de Carreteras el proyecto de acerado e iluminación, que pudo salir adelante con algunos aderezos técnicos de este negociado.
Han pasado dos años y ayer, el firmante anduvo sobre seguro por la acera -sin pretensiones pero acera- que de forma milagrosa conduce sano y salvo a todo bípedo a La Concepción.
Resulta hasta cierto punto portentoso, que hasta 2015, con el jardín inaugurado 21 años antes, nadie se pusiera manos a la obra para ofrecer seguridad vial a los cientos de peatones que acudían a La Concepción. Habrá que achacarlo a una simpar conjunción de melones en el cielo azul de la administración malaguita.
Coincidía ayer el paseo del que esto firma con trabajos de desbroce del Ayuntamiento de Málaga en el terrizo vecino de la tapia del psiquiátrico de San Juan de Dios, cuya parte más ancha (la del terrizo, no la de la tapia) se emplea de aparcamiento.
Por lo demás, el paseante, ya seguro, puede disfrutar del poco frecuentado arroyo Pastelero, sazonado de pintadas, algunas de ellas de notable valía artística, en especial una cabeza de Robert de Niro, caracterizado como el desnortado protagonista de Taxi Driver.
Ya ven, se puede hasta admirar el paisaje sin necesidad de tener ojos en el cogote para sortear los coches. Prueben y -literalmente- verán.