Una providencial enredadera está tapando por la parte de Mundo Nuevo la penosa valla, hecha con los clásicas varillas de hierro de obra, que rodea de forma bastante precaria la loma ajardinada de la Alcazaba.
Esta misma semana esta sección se ocupó de la esperanzadora mejoría de un adefesio arquitectónico malaguita, de esos capaces de destrozar para los restos la vista de una calle o de un Bien de Interés Cultural. Se trata del insolente bloque que hace guardia y le quita protagonismo a la hermosa parroquia de San Juan.
El horror ha sido felizmente aminorado por una acertada reforma, a raíz de la llegada de un nuevo establecimiento.
La verdad es que si en los años 60 y 70 del siglo pasado la codicia local hubiera bajado algunos enteros, hoy disfrutaríamos de una ciudad urbanísticamente más sensata, y no del gazpacho actual, con visos de prolongarse en el tiempo gracias a inminentes proyectos punteros y de progreso con parecidas cargas de insensatez y codicia.
También el Ayuntamiento de nuestra ciudad hace lo que puede cuando mete la pata e insufla dosis demasiado altas de cutrerío en el paisaje.
Como muchos sabrán, por fin este año nuestro Consistorio se ha animado a aminorar la decadencia de la pasarela de la Alcazaba, la inversión de 600.000 euros del plan Feil que durante siete años, desde su conclusión, estuvo en barbecho administrativo, faltaría más, por ausencia de acuerdo entre el Ayuntamiento y la Junta sobre qué hacer con el Teatro Romano para que el paseo por la pasarela no concluyera con un botellón en sus respetables y viejas gradas.
La concejala de Cultura, Gemma del Corral, anunció a La Opinión en junio que el mirador se abriría este verano, porque se había llegado a una solución para preservar el Teatro Romano.
Pero el adecentamiento de la colina de la Alcazaba, ajardinamiento y pasarela incluidos, trajo consigo un cerramiento deprimente, de cuarta categoría, aunque siempre se puede reutilizar en alguna película de Torrente.
Para comprobar el cutrerío solo tienen que fijarse en las varillas de obra entrelazadas que forman una precaria valla junto al túnel de la Alcazaba y en toda la subida de Mundo Nuevo.
La buena noticia es que este estropeado acabado, que parece inducir al espectador a vacunarse del tétanos, tiene los días contados gracias a la fuerza de la Naturaleza.
Un servidor ignora si nuestro Consistorio tiene en mente sustituirla algún año por un cerramiento más digno que recuerde menos a la valla de Melilla, pero el caso es que el mundo vegetal se ha adelantado a la decisión municipal y por la calle Mundo Nuevo se extiende ya una providencial enredadera que está recubriendo el apaño.
Se cumple así parte del dicho que asegura que los arquitectos tapan sus errores con enredaderas. La que trepa por la penosa herrumbre nos hará olvidar la estructura que la soporta.
Ya puestos, bien podían cubrir con un jardincito vertical el adefesio de calle San Juan o preparar algo parecido si al final se perpetra el hotel del Puerto.
¡Qué bonita va a estar Málaga cuando acaben de arruinarla entre unos y otros…!