Un espantoso edificio cuya presencia era una afrenta para la iglesia de San Juan ha atenuado la carga de horror al seguir la máxima malaguita del maquillaje arquitectónico para bodrios del pasado.
Las musas pueden visitarnos en cualquier momento y, dependiendo del lugar, el resultado puede variar de forma radical. Está por ver, por ejemplo, qué habría hecho Mussorgsky con la vista de La Malagueta desde el descuajaringado mirador de Gibralfaro. Es muy probable que la desolación urbanística contemplada desde las alturas le hubiera llevado a componer algo más estremecedor que Una noche en el Monte Pelado, que ya de por sí se las trae.
Todavía no se ha valorado lo suficiente el dantesco regalo que para las generaciones futuras nos dejaron arquitectos, constructores y políticos en los años 60 y 70 en forma de viviendas y hoteles. Edificios patizambos en la Alameda Principal; un bloque pirata en la ladera de Gibralfaro; pesadillas de ladrillo visto en la Carretera de Cádiz; un muro pantalla con suites delante de la Catedral; construcciones enmascaradas con decoración de cuarto de baño como la tenebrosa etapa por la que pasó el actual Museo Thyssen o un olvidable bloque en mitad de la calle Carretería.
La lista supera en número a la de los reyes godos y todavía quedan coletazos de vandalismo institucional como el hotel del Puerto, que nos retrotrae a los proyectos más salvajes de hace cuatro décadas.
¿Qué hacer ante tantas muestras de arquitectura y urbanismo basura en Málaga? Se podrían hacer vistas guiadas para políticos de ciudades vecinas que no quisieran repetir las trastadas malaguitas pero, finalmente, se ha optado por algo menos didáctico y sí más práctico: maquillar o camuflar los adefesios.
El Museo Thyssen, el mencionado bloque-espanto de calle Carretería y el edificio que ocupaba la iglesia de la Merced son tres buenos ejemplos. En el caso del Thyssen, se han eliminado los horrores; el bloque de la calle Carretería se ha transformado en un edificio visible para el ojo humano y con cierto toque moderno, mientras que el de la plaza de la Merced, bodrio entre los bodrios, por lo menos luce colores parecidos a los de las vecinas Casas de Campos.
Un acertado camuflaje, más del tipo del que podemos ver en la calle Carretería, es el que, afortunadamente, ha experimentado un descomunal ejemplo de arquitectura basura: el antiguo bloque que acogía parte de los almacenes Félix Sáenz junto a la iglesia de San Juan.
El contraste entre la iglesia de San Juan, Bien de Interés Cultural, y el bloque que nunca debió levantarse en ese sitio, mancha y oprobio de todas las postales de la calle San Juan desde su construcción, se ha atemperado gracias al maquillaje arquitectónico.
La llegada de un nuevo negocio ha conseguido que los rasgos más brutales del adefesio se atenúen y el destrozo del paisaje sea algo menor. En Málaga las trastadas a la trama urbana raramente resultan demolidas. Un consuelo menor es que, por lo menos, afeen lo justo.
No me gusta: ¡Me encanta! Porministerio un Periodista -con P mayuscula- que no le teme a «lo establecido». Gracias, don Alfonso.