Los expertos más mordaces sostienen que cuando más alto se escucha la música en un coche, de peor calidad resulta la composición. Hoy desgranamos el ruidoso misterio de los coches discoteca malaguitas.
Aseguran algunos expertos con más mala uva que un tártaro que cuanto mayor es el volumen de una canción en un coche, de peor calidad resultará, de tal suerte que si se pregona con las ventanillas abiertas por las calles de Málaga en un radio que supera el medio kilómetro, hay muchas posibilidades de que haya participado en Eurovisión o se trate del churro del verano.
Según esta teoría, los coches discoteca malagueños sólo expelerían composiciones de Georgie Dann, el último ritmo calentón o piezas de cuidada artesanía como la canción de la mayonesa (o de Las Ketchup), mientras que composiciones de Mozart, Ella Fitzgerald, Dire Straits, Serrat o los Beatles no tendrían cabida en estos expendedores de ruido.
¿Existe alguna relación entre la calidad musical y la exhibición sonora de los coches discoteca malaguitas? Servidor sólo puede afirmar que, hasta la fecha, todavía no ha escuchado ningún vehículo con el quinteto La Trucha de Schubert a toda leche, ni siquiera a un conductor alterando el atardecer de Huelin con Los Ramones, pese a que son lo opuesto a Julio Iglesias y pueden enriquecer el entorno con una buena lluvia de decibelios.
La moda de los coches discoteca, cuenta la leyenda, surgió en Gibraltar, algo más que un paraíso en sentido metafórico pues alberga un número ingente de sociedades y dinero a espuertas. Es lógico pues que una de las primeras manifestaciones de tanto nuevo rico fuera la ostentación pública y nada más acorde, valga la redundancia, que compartir tu música con la Humanidad en un coche más grande que el Titanic.
El paso de tanto bólido aparatoso con su prodigioso chunda-chunda, versión musical en suma del rugiente motor, propagó el sueño de protagonizar la misma gesta en miles de niños andaluces, malaguitas inclusive, que muy pronto cogieron el testigo de los llanitos.
De esos barros de carretera y manta, estos lodos. El pasado miércoles al mediodía, un conductor de fino oído aturdió a los peatones de la estrecha calle Victoria con sus gustos musicales, al aprovechar a traición un pequeño atasco. La sensación al pasar junto al bólido fue que alguien se había dejado abierta la puerta de la discoteca.
En una impagable escena de la comedia británica In the loop, un asesor del gobierno, después de estar escuchando en el despacho de un colega una de las pasiones de Bach a todo meter, pierde los nervios, destroza el aparato de música y suelta por eso boca lo que no está escrito, al tiempo que critica al compañero por pretender, con Bach martilleándole los tímpanos, exhibir que asistió a un colegio de pago.
Los coches discoteca malaguita, con toda seguridad también quieren transmitir un mensaje. Que ese mensaje ya sea que el conductor asistió a un colegio de pago, que le gusta el meneíto o que no se pierde Mujeres, Hombres y Viceversa es algo en lo que este humilde plumilla no puede entrar pues siempre escucha música con auriculares.