El puente del Acueducto de San Telmo, mejorado por el ajardinamiento, necesita borrar de su currículum algunas pintadas de bípedos.
Hace unos días comentamos en esta sección cómo el Ayuntamiento va a enmendar la plana a la Diputación, que se dejó en el tintero una moción aprobada hace varios lustros para rehabilitar la alcubilla del Acueducto de San Telmo de la calle Refino, que se encuentra en un estado que como las notas escolares, «necesita mejorar».
El mes pasado se cumplieron dos años del fallecimiento del recordado Javier Aguilar, la persona que más ha luchado por la recuperación del Acueducto de San Telmo junto con quien fuera deán de la Catedral de Málaga, don Francisco García Mota.
Javier pudo ver el sueño cumplido, junto con su hijo de pocos años, de ver restaurado el puente de los Once Ojos, en nuestros días dentro del casco urbano de Ciudad Jardín. De todas las actuaciones municipales relacionadas con el acueducto esta ha sido sin duda la más memorable, porque quienes recuerden cómo lucía hace unos años esta obra de ingeniería hidráulica de los últimos años de Carlos III apreciarán la increíble mejora.
El puente se encontraba en una zona sin adecentar, rica en barro poco nutritivo para la piel, pero que embarraba los zapatos de los alumnos del vecino Instituto Martín de Aldehuela (no olvidemos que estamos en el cauce del arroyo Quintana).
Las obras municipales han ajardinado todo el entorno, incluida una cuestecilla de mala muerte que conducía, de forma precaria, a Cortijillo Bazán y que hoy cuenta con una escalera con barandilla muy vistosa.
Pero, desprovistos como estamos de rituales del Mundo Antiguo que ordenen el paso de la infancia a la adolescencia y la madurez, los chaveas de nuestros días se lo montan como pueden y algunos de sus ritos consisten, en sentido metafórico, en hacer el cafre y si es posible, dejando constancia escrita de la hazaña «manúa». Eso explica que el puente, joya del siglo XVIII, reciba de forma periódica las pintadas de jóvenes bípedos con afán de reconocimiento, aunque sea para alzarse con el dudoso título de «más bruto que un arao».
En el acueducto encontramos promesas de amor, nombres de varios infractores y hasta un «Campamento 2016» que evidencia su fracaso, pues se suponía que en esos días de convivencia los niños iban a convertirse en personas dignas de elogio.
El Ayuntamiento tendrá pues que corregir, como hace de forma periódica, toda la miopía grafitera del puente de los Once Ojos. Y ya de paso, no vendría mal que se diera una vuelta por la antigua alberca en la que por cierto Javier Aguilar, hijo de guarda del acueducto, se bañaba de pequeño. Está junto al puente y en su interior ha florecido un pequeño vertedero.
También tendrá que echar un ojo a las plantas que cuelgan de esta obra hidráulica. ¿Es un motivo estético creado adrede o un despiste municipal cuyas raíces pueden acabar dañando la obra? El misterio necesita aclaración.
No estaría de más que alguien, quien sea, se tome en serio el Acueducto de San Telmo.
Si nadie lo remedia, se acabará perdiendo. Hay puentes ocultos por la vegetación o que la vegetación crece en el mismo puente, lo que va degradándolo y destruyéndolo poco a poco. El trazado del canal en muchos puntos o no existe o está tan echado a perder que con que pase un poco más de tiempo será imposible de recuperar.
Es una lástima que nadie haga nada por esa obra de ingeniería tan única y singular, la que entre todos estamos permitiendo que se destruya.
Si se restauró en Caminito del Rey, ¿porque no se restaura el trazado del acueducto y se convierte en un reclamo turístico más de nuestra ciudad? Así se preservaría y a la vez se da a conocer al mundo, consiguiendo para Málaga un nuevo plus de calidad e interés cultural. Que algo así no lo hay en todas partes.
Que todo no son bares y restaurantes.
Gracias