El destino milenario de la playa de las Acacias

2 Ago

El día en que el Ayuntamiento emplee detectores de metales para limpiar la playa surgirán decenas de sorpresas en forma de hierros oxidados, agazapados entre las rocas.

El pasado lunes, el autor de estas líneas, en su papel de plumilla de la sección de Local, se dio una vuelta, afortunadamente con calzado, por la playa de las Acacias, en la compañía de la asociación de vecinos y sufridos bañistas que, día tras día, acuden a la playa con el deseo de bañarse y salir del agua en su integridad.

Como explicó el responsable de Costas, Ángel González, y no hablamos del poeta, la situación es «compleja», porque la vecindad, desde hace miles de años, del arroyo Jaboneros, provoca que la playa esté bien surtida de rocas hasta la eternidad, con permiso de la deriva de los continentes.

Se puede, eso sí, mejorar la situación, destacó el responsable de la Demarcación, con obras como completar un espigón que se deshace a pedazos, cuyos trozos luego tienen que escalar los bañistas dentro y fuera del agua, pues quedan desperdigados por las dos playas en las que ha quedado dividida la playa de las Acacias, que antiguamente, antes de la llegada de los paseos marítimos en los 80, llegaba hasta el arroyo de los Pilones, donde a continuación empezaba la de Pedregalejo.

Y Costas pretende volver a convertir el espigón horizontal unido a la playa en un islote al que acceder a nado, como estaba en los inicios; con el fin de que el agua vuelva a circular por delante y quién sabe si así disminuye la sensación de estar bañándote en una improbable playa del Himalaya.

Pero también nuestro Ayuntamiento puede ayudar a rebajar el índice de sucesos en las accidentadas Acacias. Como alguna vez hemos comentado en esta crónica, la estructura de la playa, pura piedra, hace muy complicada las labores de limpieza, algo que no pasa en el resto de playas del entorno.

¿Qué se necesita en Las Acacias más que escobas? Pues aunque suene a desvarío de noche de Feria, un detector de metales. No es broma. En estas dos playitas abundan los hierros oxidados, decenas de trozos agazapados entre las rocas, con los que se topan los pies de los bañistas a diario, sin contar el trozo de hormigón, coronado por un hierro retorcido, que pudo fotografiar este lunes La Opinión, justo en la orilla.

Resulta imposible retirar los hierros acumulados de tantos temporales si no es volteando las piedras o con el clásico cacharrito detector que hace las delicias de muchos jubilados (servidor se apuntará a la moda cuando le llegue la jubilación, que seguramente andará ya por los 70).

Otra posibilidad es poner a nuestros concejales descalzados como marengos a patear la playa todo el santo día hasta que el primer aullido y posterior traslado al puesto de socorro los convenza de que para limpiar una playa como las Acacias -inasequible al desaliento en su peculiar estructura geológica- hacen falta maña e imaginación. Mientras tanto, aparte de en el Himalaya, será como bañarse en una ferretería.

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