Los vecinos de este rincón de Ciudad Jardín conviven con un terrizo en el que aparcan coches de forma precaria y por el que pasa el arroyo de Alegría de la Huerta.
Hace tres años, esta crónica ya se paseó por el abismo insondable del que disfruta el barrio de Jardín de Málaga, en Ciudad Jardín. Se trata de un repliegue geológico de los muchos con los que cuenta este distrito, en su mayoría sobre una suave cuesta, aunque lo de suave más de un vecino de la zona alta de Mangas Verdes lo cuestionaría.
Se encuentra en la calle Marqués de Mantua, una vía que, por cierto, no homenajea a un marqués real, sino al supuesto tío de Don Quijote, quien no parece recordarlo mucho porque lo confunde con el primer labrador que pasa por delante.
La hondonada (en Cuba emplean una palabra más sonora y bonita, cangilón) se utiliza de precario aparcamiento, porque no parece el mejor de los parking de Málaga esta cuesta que coincide con el cauce del arroyo de Alegría de la Huerta, embovedado justo al final del terrizo, cuando llega a la altura del colegio Alegría de la Huerta, que está justo arriba, ya en la calle Borde Alegre del barrio vecino.
El Ayuntamiento instaló una farola en mitad de este terrizo declinante para evitar accidentes de todo tipo, incluido el pisar donde no se debe, porque también abundan las cacas de perro.
De hecho, en la parte más baja del terrizo, si uno deja la calle Marqués de Mantua, tiene delante un sendero escoltado por una vegetación espesa, casi propia del Camino de Santiago a su paso por Lugo, con la diferencia de que se trata de una etapa cortísima, apenas unas cuantas zancadas y se encuentra repleta de mojones que no señalan, precisamente, la dirección a Compostela.
En las lomas que acompañan el arroyo antes de entrar en la urbanizada civilización hay un par de higueras sin dueño que un veterano vecino del barrio, bolsa y bastón en ristre, aprovecha para recoger, al tiempo que informa de que, un poco más arriba, en dirección a la autovía, hay almendros en la misma situación de orfandad de recolectores.
Manuel Núñez, un vecino que saca al perro por estos andurriales, critica que el Ayuntamiento esté eliminando las tradicionales zonas de aparcamiento de Jardín de Málaga para transformarlas en pequeñas zonas verdes, y sólo quede, como espacio más amplio, este terrizo con farola y arroyo aunque se teme que cualquier día termine convertido en lo que ya es, pero con más instalaciones (un parque canino) y todo, pensando en un futuro aparcamiento municipal, ante la falta de sitio para aparcar.
Mientras se concreta o no esta posibilidad, lo que no se recomienda es dejar el coche muy cerca del arroyo cuando llegue noviembre, los cielos se ennegrezcan y se materialice el refrán: «Noviembre lluvioso, año copioso». Suerte.
En agosto
Y hablando de refranes, lo de «frío en rostro» es discutible en Málaga.