De los Astilleros Nereo y los melones veraniegos

15 Jul

Nada justifica el empecinamiento de un paseo marítimo en línea recta para acabar con unos históricos astilleros, ahora reconocidos por el Ministerio de Cultura al
incluirlos en el Plan Nacional del Patrimonio Industrial.

Si el paseante toma el paseo marítimo Pablo Ruiz Picasso, notará que una pronunciada pero corta curva bordea el antiguo merendero Antonio Martín, por lo que por unos segundos se rompe el trazado recto del paseo.

Como esta misma semana recordó en La Opinión el profesor de Historia del Arte de la UMA, Francisco Rodríguez Marín, el mismo efecto podemos encontrar en el paseo marítimo Antonio Banderas, en el que las alegaciones de colectivos impidieron que un trazado en línea recta acabara con las chimeneas de los Guindos y la Cross. Es más, a partir de la glorieta de Antonio Molina y en dirección a Sacaba, todo el paseo es una sucesión de pequeñas curvas que recuerda un suave oleaje y que rompe la monotonía de la línea recta.

Por eso, resulta inexplicable el empecinamiento de nuestros políticos en que un paseo marítimo más recto que el palo de una fregona atraviese, previa demolición o traslado, los veteranos Astilleros Nereo de Pedregalejo, para enlazar con los Baños del Carmen.

Es algo completamente absurdo por muchas razones. Una de ellas, porque al igual que hoy ocurre con Antonio Martín, un paseo marítimo ya bordeaba Nereo en los años 80, sin necesidad de llevárselo por delante. El trazado hacía una pequeña curva y el paseante ya se encontraba en la playa del Balneario. Los temporales acabaron con el paseo y la administración central miró para otro lado. Todavía estamos esperando a que lo reponga.

Hay que recordar, que en 1978 la intención de Costas era demoler Nereo, pero imperó la cordura y al final, el proyectado paseo marítimo de Pedregalejo terminó haciendo la curva. Por cierto que en ese tramo desaparecido una tubería ilegal de nuestro Ayuntamiento impide desde hace lustros que los barcos puedan botarse por su salida natural. Lo que se dice una faena municipal.

Lo alarmante es que ni las propias administraciones se ponen de acuerdo. La Junta de Andalucía, en 2005, protegió la actividad que se realiza en el interior de los astilleros, la carpintería de ribera, pero no las instalaciones, una decisión propia de la corte de Bizancio que prestó un flaco favor a uno de los pocos lugares de Andalucía, junto con unos astilleros en Coria del Río y algunos modestos chambaos al pie de la playa, en los que todavía se mantiene la carpintería tradicional con madera, sin el empleo de la fibra de vidrio.

Y ahora sabemos, como adelantó este periódico, que el Ministerio de Cultura desde el año pasado ha incluido Nereo en el Plan Nacional del Patrimonio Industrial, por cierto, junto a los famosos Astilleros de Puerto Real. Lo irracional del asunto es que, al mismo tiempo, Costas inicia un nuevo intento de rescate de la concesión y el plan de los Baños del Carmen sigue sin cambiar un ápice su vocación de Atila de la carpintería de ribera.

Será el verano, pero la proliferación de melones entre nuestros cargos públicos empieza a ser preocupante.

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