Continúa en una excelente forma el charco que, con independencia de la estación del año, se perpetúa cada mes en la escalera de La Coracha.
Ayer hablábamos de esa probable península rodeada de agua que fue el Centro Histórico de Málaga en tiempos muy anteriores a Maricastaña, de quien por lo menos se sabe que era de la provincia de Lugo y que vivió en el siglo XIV. La península fue hollada por los fenicios y, desde el aire, es muy probable que se asemejara a una especie de Punta Umbría, una población en forma de flecha a partir del monte del castillo de Gibralfaro y la Alcazaba, que ni siquiera estaban en el plano.
Eran unos tiempos tan remotos, que hasta las piedras estarían por estrenar. De la Málaga fenicia nos han quedado tramos de murallas y el recuerdo de su nombre escrito al inicio del ruidoso túnel de la Alcazaba, que, de haberlo cruzado esos primeros comerciantes venidos de Fenicia, habrían pensado que todos los dioses del Mundo Antiguo estaban inmersos en una pelea sin igual, de las que hacen retumbar el universo.
Pero, ¿no quedarán más restos? El repetidísimo ejemplo de La carta robada de Poe nos enseña que para ocultar una cosa lo mejor es dejarla a la vista de todos. En otra ocasión ya hablamos de este vestigio, que entronca claramente con el charquito milenario del Rectorado, ese charco misterioso que, todos los meses del año, escolta el antiguo edificio de Correos, ya sople el terral o nos invada un frío polar.
Ocurre lo mismo en la Coracha, muy cerca, precisamente, del túnel de la Alcazaba, porque este segundo charquito milenario se encuentra al pie de la escalera de subida a los jardines de la Coracha y la segunda sala del Mupam.
Ayer, con casi toda la provincia cociéndose a altas temperaturas, el charco ocupaba una extensión considerable, casi toda la anchura de las escaleras. Desde lo alto, parecía el mapa de una tierra ignota, con la particularidad de que en sus orillas se apreciaban las huellas negras de las sucesivas contracciones del agua.
¿Se trata de un marcado desnivel no previsto o provocado por las obras municipales?, ¿es el nivel freático que nos recuerda que en otro tiempo, de esta ladera de Gibralfaro partían los barcos? Hay que tener en cuenta que el charco se encuentra, grosso modo, en uno de los dos costados de esa Malaka fenicia en forma de flecha.
Aunque haya que echar mano de la fantasía, servidor prefiere la explicación mitológica, la que entronca este segundo charquito perpetuo con las aguas más recónditas de nuestro pasado. Anteriores incluso a Maricastaña.
El punto rojo
Hace unos 25 años, unos grandes almacenes de Málaga tuvieron que retirar el punto rojo de sus papeleras porque un cliente japonés, indignado, se quejó de que representaba la bandera de su país y por tanto era una afrenta.
Tras la queja, el punto rojo pasó al exilio y ahora las papeleras llevan un punto verde carente de significado patriótico alguno.