Uno de las parcelas públicas más grandes, vetustas y sin un futuro claro, entre las calles Eolo y Carmen Laforet, podía haber maravillado al pintor holandés por esa apariencia dejada de trigal con pájaro.
Hay paisajes que marcan. Madrid cuenta con los cielos velazqueños; Sevilla tiene un color (y a partir de mayo, un calor) especial y hay un rincón de Málaga que, sólo un cúmulo de circunstancias, como que Van Gogh naciera en Holanda y no a la sombra de nuestra Catedral, ha evitado que se convierta en una inmensa atracción turística, en un punto andaluz de encuentro de admiradores del de la oreja cortada.
Hablamos de ese perenne rincón del Romeral que alberga extensos solares como campos de maíz en la América Profunda.
Casi desde que se inició esta sección, hace 18 años, al menos una o dos veces al año el firmante se da una vuelta por el barrio para constatar que estas parcelas son como la película De aquí a la eternidad, porque da la impresión de que así seguirán hasta el fin de los tiempos, mientras el barrio continúa desarrollándose, con la excepción de estas parcelas públicas.
El paso de sucesivas campañas electorales apenas se ha dejado notar en la más grande de ellas, entre las calles Eolo, Carmen Laforet y la avenida de José Ribera, que sólo ha visto como le ha quitado un terrenito para montar, con cuatro verjas y cuatro bancos, un parque canino. El resto es campo, con un pequeño cerro con una espesa corona de matojos secos. Uno lamenta que Vicent Van Gogh no hubiera paseado con sus bártulos de artista por estos andurriales, porque el cerro es mucho más prometedor que los trigales de Auvers que inmortalizó en sus cuadros, algunos de ellos con cuervos.
El Ayuntamiento, eso sí, ha dejado escamondado todo el entorno, para que pueda seguir usándose de aparcamiento-terrizo, una de las especialidades (no queridas) del barrio. Por lo abrupto del terreno, ha dejado sin tocar el cerro, que en este verano reseco ofrece un panorama enhiesto en el que hacen su agosto cientos de pajarillos, en su gran mayoría gorriones.
Los vecinos aprovechan lo llano y pelado del secarral que rodea la loma para cruzar campo a través y ahorrarse unos metros de paseo.
Un servidor está convencido de que esta nube de pajarillos, bajo un cielo azul, sobre un campo de intenso color amarillo del Romeral, habría fascinado al pintor de los Países Bajos. Pero no se puede hacer historia-ficción, tampoco política-ficción, y a pesar de ello, los vecinos del Romeral llevan lustros lanzando ideas para esta y otras parcelas públicas: instituto, campos de deportes, centro de ocio, teatro, biblioteca…
Por el momento, se tienen que contentar con un parque canino y en la vecina parcela triangular de la calle Carmen Laforet, con un campo de petanca. Evocando a Carmen Laforet, para la asociación de vecinos estos equipamientos recuerdan a la novela más famosa de la autora: Nada.
Lástima que, sin Van Gogh, la ciudad no pueda ni sacar rédito artístico a estos páramos públicos.