El tétrico túnel que daba acceso a la extinta fuente de la Burra y al asilo de los Ángeles se ha transformado en un bosque de fantasía gracias al acertado trabajo del
programa municipal Málaga más bella.
Como muchos sabrán, no hace falta perderse por un bosque o una selva en la mitad del camino de nuestra vida, y encima toparse con Virgilio, para conocer el purgatorio, el infierno y sus respectivos círculos.
En Málaga hay experiencias que bien podrían sustituir algunas de las penas descritas por Dante en su Divina Comedia. De hecho, uno de los castigos más duros que se podrían aplicar, y que podrían recibir esos políticos sorprendidos con las manos en la caja, sería el pasar los próximos diez años yendo a uno y otro extremo del túnel de la Alcazaba… a patita. Claro que la Convención de Ginebra terminaría prohibiendo castigo tan inhumano.
El problema del túnel de la Alcazaba, el que lleve tantos años sin medidas que rebajen la catarata de decibelios de su interior, se debe a que, todavía, la corporación municipal no lo ha atravesado en fila india en una visita de inspección. Si dejaran durante 15 minutos de hablar del túnel en los plenos y bajaran al ruedo, como los malagueños de a pie, este problema se habría resuelto hace tres lustros.
Pero la propensión de nuestros representantes públicos a pisar la calle de forma fugaz, para una visita relámpago, el descubrimiento de una placa o una rueda de prensa al aire libre a la que se presentan en coche, provoca estas disonancias, nunca mejor dicho.
Pero no siempre están en la luna de Valencia. Si con el túnel de la Alcazaba nuestro Ayuntamiento tiene un cuajo que se lo pisa, por contra ha adecentado hasta extremos indecibles el pequeño túnel que lleva a la extinta fuente de la Burra, en el comienzo de la cuesta que conduce al Asilo de los Ángeles.
Este túnel, pequeño pero lo suficientemente tétrico y nauseabundo como para encandilar al escritor H.P. Lovecraft o al mismo conde Drácula, es hoy un prodigio del grafiti bien aplicado en la vía pública.
Se trata del programa Málaga más bella, que el pasado mes de febrero transformó esta gruta innombrable, esta Cueva de Montesinos que parecía gotear mugre en un gran bosque de cuento de hadas en el que los niños, en grandes murales, se columpian sobre ruedas, soplan abuelitos (la flor) y de este modo no atraviesan el túnel con el corazón encogido. En este sentido, guarda bastante relación con otra explosión pictórica y ecológica que podemos ver en otro lugar bastante revalorizado por las pintadas, gracias a unos pájaros y a David el Gnomo: un parquecito infantil en Vistafranca.
Hacer algo así en el túnel de la Alcazaba sería como cubrir la capilla Sixtina. No se pide tanto, tan sólo que nuestros concejales lo atraviesen a pie en grupo, algo que no se les olvidará en la vida, hasta el punto de que las medidas para reducir el estruendo llegarían sin el atraso de siempre. Como diría un forofo del fútbol: Sí se puede. Ánimo y a darse un voltio.