La calle Nueva posiblemente sea ahora mismo la más fresca de Málaga, por un fenómeno científico evidente, pero en el que sólo se cae cuando se atraviesa el tramo más próximo a la plaza de Félix Sáenz.
Al contrario que los vecinos de Sevilla, mucho más complacientes con su ciudad, en Málaga tenemos una capacidad crítica fundada, quién sabe, en un secular desencanto.
Entre los factores de ese desencanto estarían la larga historia como segundones del Reino de Granada y tugurio azotado por epidemias cíclicas y el hecho de que nuestra época más floreciente también fuera fugaz y se hiciera añicos por algo tan diminuto como un insecto parecido al pulgón, de nombre filoxera.
A este respecto, a la Málaga industrial le ocurrió lo mismo que a los marcianos ideados por H.G.Wells en La Guerra de los Mundos, pues aunque parecían invencibles, al final fueron aniquilados por humillantes bacterias.
Estas circunstancias hacen posible que, en nuestros días, cuando el panorama ha mejorado bastante, en Málaga existan dos extremos muy acusados: malagueños muy críticos junto a otros que incluso mantienen un punto de vista que roza la hagiografía. Así, el primer grupo seguiría considerando Málaga un tugurio purulento, sobre todo en lo que respecta a los barrios, mientras que el segundo consideraría nuestra ciudad como el mejor de los mundos posibles y por tanto, una urbe sin igual. Entre medias, claro, hay muchos grados, pero en general el punto de vista crítico supera al más complaciente, o esa es la impresión del firmante.
A extremos tan dispares va dedicado este hecho científico, que cualquier malaguita, turista o visitante puede comprobar con sólo recorrer unos metros. En concreto, sólo tiene que andar por la vía que va desde la calle Especería a la plaza de Félix Sáenz. Hablamos de calle Nueva, pero donde realmente notará de lleno el fenómeno será en el tramo que va de Liborio García a la plaza.
Como saben, en la capital de la Costa del Sol el calor no es seco sino pegajoso, así que cualquier desplazamiento a pie o en bici en verano entraña un serio riesgo de exceso de sudoración.
Pero existe un lugar en el que este fenómeno es casi imperceptible y ya puede pegar el soletón que los paseantes se toparán con un sorprendente microclima, más cercano a una ciudad costera escocesa.
Eso sí, el bajón generalizado de las temperaturas sólo se produce, en el mencionado tramo de calle Nueva, en horario comercial. La explicación es muy simple y estriba en que, al tratarse de una calle tan estrecha, con tanta concentración de tiendas, la mayoría de las cuales mantienen las puertas abiertas, el aire acondicionado sopla y resopla en el lado de los números pares y en el de los impares, y el paseante, que se encuentra en mitad del foco, siente cómo la temperatura ha bajado unos cuantos grados.
No es la noticia que desearían los ecologistas pero es un hecho, como diría Jane Austen y usted también dirá la próxima vez que atraviese la calle de los aires acondicionados.