La Málaga Film Office debería ofrecer a las productoras los cientos de potenciales extras malaguitas en estado narcoléptico depositados en las playas tras la Noche de San Juan.
Por una tradición no planificada, suele darse la circunstancia de que el día de San Juan pilla al firmante en su puesto de trabajo, sea cual sea el día de la semana.
Para no perder la costumbre, el pasado sábado también se repitió la tradición, así que, con la añoranza de esas mascarillas que exhiben los japoneses en cuanto comienza a picarles la nariz, un servidor efectuó una incursión por las fantasmales playas de La Caleta y La Malagueta. La añoranza de la mascarilla se debe a los efluvios que desprende la arena, así como los cuerpos depositados en ella después de una juerga dionisiaca en la que lo último que se tuvo en cuenta fue la etiqueta de los Habsburgo.
Y así, toda La Malagueta y La Caleta huelen a juerga reconcentrada, a calcetín sudao, fenómeno paranormal que se repite todas las mañanas del 24 de junio, sobre todo desde que se prohibieron los júas en los barrios.
Lo llamativo es que, a cierta hora del amanecer, resulta difícil detectar vida alguna en las arenas, como no sea esa que está latente, en estado narcoléptico, que evidencia que acaba de pasar la Noche de San Juan. Porque existe un momento del nuevo día en el que la mayoría de los participantes en el festín alcohólico duerme la mona como un águila tiroteada y ya no quedan fuerzas ni para saltar un sello de correos.
La pena es que a esta situación no se le saque partido. Como recordarán, desde que George A. Romero puso de moda hace casi medio siglo los muertos vivientes, el atracón de zombies en cine y, sobre todo, en televisión, ha alcanzado límites bastante cansinos. Resultan sin embargo llamativas las cantidades de dinero que se manejan para estas producciones, sobre todo en maquillaje y que se llevan la mayor parte del presupuesto.
Se trata, qué quieren que les diga, de un dinero gastado con poca inteligencia, porque sin un gramo de maquillaje, sin las horas de preparación que cuesta parecerse a un zombie más o menos digno, las series americanas podrían hacer el agosto, o para precisar, el junio, si emplearan a los miles de extras con aspecto de muertos revividos que el 24 se encuentran depositados en todas las playas de Málaga, desde Sacaba a La Araña.
Imaginen si la Málaga Film Office se pusiera las pilas y ofreciera a las produtoras de medio mundo este importante capital humano cargado de resaca y al que no se le saca rédito.
No solo podrían participar como extras en películas de zombies sino formar parte de superproducciones bélicas sobre el Desembarco de Normandía, Lawrence de Arabia o para simular el paisaje después de la batalla de alguna entrega de La Guerra de las Galaxias que transcurra en un planeta con banderas azules.
En fin, que con la cogorza colectiva de San Juan se abre un mundo nuevo de fílmicas posibilidades. Aprovechémoslo.