En la calle Molina Lario pudo comprobarse el enorme contraste entre el mosaico ilegal de Invader y las galas barrocas por la fiesta del Corpus.
La pasada celebración del Corpus nos ha dejado una estampa que, en este arranque del siglo en el que la imagen tiene bastante más influencia que la palabra, a algún concentrado televidente le habrá evocado la serie El Ministerio del Tiempo o la adaptación a la pantalla de la saga de Alatriste, no así los libros de Pérez Reverte.
Hablamos de las galas que lució el Palacio del Obispo con motivo de la festividad, con el lateral de la calle Molina Lario repleto de banderas, guirnaldas y reposteros, mientras en la entrada a los jardines del Sagrario se levantaba el monumento de la Agrupación de Cofradías, de lo más fotografiado por los turistas.
En suma, todo el sabor del Barroco, del que nos quedan no sólo las obras arquitectónicas de su tiempo sino también las pormenorizadas descripciones y los grabados del florido y rimbombante arte efímero, que incluía entre otras modalidades altares, arcos del triunfo y los túmulos funerarios a la muerte de príncipes, reyes y dignatarios eclesiásticos. Una arquitectura efímera que fue muy celebrada y que en rincones como este, con gran carga histórica y religiosa, no resultan fuera de lugar cuando regresan.
Otra cosa es el mosaico de la gitana rumbosa, colocada por el anónimo artista Invader, gracias a un mortero de fraguado rápido, que ha dejado una huella, esperemos que borrable, en el Palacio Episcopal, declarado Bien de Interés Cultural. Invader es un artista que suele actuar a su aire, y que coloca sus obras donde le sale, mira por dónde, del arco del triunfo. Como saben, en su caprichoso deambular también ha dejado tocado el palacio de Salinas, otro Bien de Interés Cultural.
En una crónica anterior, servidor ya opinó que con esta actuación, este artista de cemento armado habría demostrado la misma sensibilidad artística que Donald Trump.
El contraste entre la rememoración del escenario barroco en Molina Lario y un artista que no tiene miramientos con otro arte que no sea el suyo es, sencillamente, demoledor.
Al sembrar la duda de si no sería más valioso el mosaico de la gitana que el Palacio del Obispo de Málaga, el responsable del Centro de Arte Contemporáneo, Fernando Francés, nos señaló, quizás sin pretenderlo, las desnudeces del actual mundillo del arte, del que Invader ahora mismo es uno de sus monarcas tuertos.
Por el momento, al menos en Málaga, el anónimo creador francés no se merece un arco triunfal sino una multa por garrulo.
Bochorno turístico
La semana pasada, un guía turístico se ponía en contacto con esta sección para mostrar su bochorno por la falta de limpieza en el Mirador de Gibralfaro y destacaba la «vergüenza» por la que pasan muchos de sus compañeros cada vez que enseñan este desmejorado rincón de Málaga.
Sr. Vázquez totalmente de acuerdo con usted, a excepción de cuando se dirige al «timador ciego» como artista o creador. Lo que este individuo realiza, lo hacen a diario millones de adolescentes con sus aplicaciones de móvil. La única virtud de este «pícaro artista» es haberse dirigido al bolsillo de los contribuyentes a través de los políticos.