Nuestros avispados expertos no han tenido a bien otorgar protección arquitectónica a las antiguas oficinas de la Hidroelectrica del Chorro, hoy de Endesa, de 1922. El edificio peligra.
A veces, da la impresión de que con los cargos públicos hay que emplear el mismo método que con los sabios de Balnibarbi, uno de las tierras visitadas por Gulliver, en la que las mentes pensantes, de tan absortas que estaban, eran arrancadas de sus meditaciones cuando sus criados hacían sonar un sonajero pegado a la oreja.
En la luna de Valencia o de Balnibarbi deben de estar muchos de nuestros responsables políticos pues no se explica que, como esta sección ha resaltado alguna vez, el catálogo de edificios protegidos de Málaga siga siendo uno de los más escuálidos del orbe.
Sólo a causa de una metafórica siesta de la reflexión se entiende que en el barrio de La Malagueta, parque temático de los errores urbanísticos, la preciosa oficina de la antigua Eléctrica Malagueña (luego de la Sociedad Hidroeléctica del Chorro y de Sevillana Endesa) de estilo neomudéjar, construida en 1922, no haya sido objeto de protección arquitectónica alguna. Se trató de un proyecto de ampliación de la fábrica original -de Eduardo Strachan Viana-Cárdenas, el autor de la calle Larios y La Mundial- realizado por el ingeniero Juan Brotons.
Lo absurdo es que solo esté protegida la colindante chimenea de la Málaga Electriciy Company, la compañía inglesa que proporcionaba electricidad a la ciudad desde finales del XIX, en competencia con la fábrica alemana Fiat Lux de San Rafael.
Pero hay más paradojas, porque el servicio de Programas de Alcaldía, que gestiona los proyectos cofinanciados por la UE, publicó un nutrido balance de la recuperación del Centro Histórico entre 1994 y 2005 titulado Viva la calle, en uno de cuyos capítulos, sobre el desarrollo de las infraestructuras de los servicios urbanos en Málaga, dos importantes responsables de Urbanismo mencionaban «el emblemático edificio de la calle Maestranza».
Pues pese a que la Gerencia de Urbanismo lo encuentra emblemático y a que aporta un poco de cordura visual y urbanística frente a la plaza de toros de la Malagueta, tiene la misma protección arquitectónica que un merendereño de cañas.
Como informó La Opinión el mes pasado, un grupo inversor familiar ha comprado el edificio, alquilado a Endesa, a la que le quedan unos diez años de contrato, y podría plantearse a largo plazo un uso residencial u hotelero, e incluso el derribo del edificio para levantar otro de nueve plantas (justo lo que necesita La Malagueta). De paso, la chimenea quedaría encajonada del todo, como en un patinillo.
Para impedir esta posibilidad, ayer, el historiador del Arte y profesor de la UMA, Francisco Rodríguez Marín, informaba de que la Asociación en Defensa de las Chimeneas y el Patrimonio Industrial de Málaga va a presentar un escrito en el que reclamará la protección del edificio.
Ojalá sea un auténtico sonajero de los que despiertan las conciencias dormidas. A tiempo estamos.