En la calle Bolivia un vetusto poste de teléfono o de la luz ha sido colonizada por una enredadera que hoy se encuentra en flor.
La primavera que pronto despediremos nos ha dejado un calendario de fiestas y romerías que tienen como origen antiguas ceremonias para festejar el despertar de la Naturaleza y propiciar una buena cosecha.
Como recuerda el profesor de la Universidad de Málaga, Demetrio E.Brisset, en su estupendo ensayo La rebeldía festiva. Historias de fiestas ibéricas, en España proliferaban las celebraciones en las que paseaban jóvenes ataviados con ramas y flores y hoy en día se pasean floridas estructuras (los mayos).
Todas estas ceremonias de raíces paganas fueron dando paso a fiestas cristianas como las de San Marcos, San Isidro o la Cruz de Mayo, acertada sustitución de los árboles de mayo, pero incluso habría que ir más atrás de griegos y romanos y buscar sus orígenes en rituales prehistóricos.
Esta introducción tiene su razón de ser porque toda la fuerza irracional de la Naturaleza y los arcanos árboles de mayo, aunque sea en junio, desfilaron ante un servidor al contemplar una maravilla que nos regala la primavera y que fusiona tecnología (vetusta) y Botánica.
Se trata de un poste de madera, de luz o de teléfono, plantado desde tiempos remotos en la calle Bolivia, la de la antigua vía del tren a Vélez, muy cerca del Merendero Merlo, y que ha sido colonizado por una florida enredadera, hasta transformarse en un frondoso árbol de mayo.
La semilla de la planta debió de caer al pie del armatoste y con la tenacidad de una planta, y la pasividad de los técnicos que mantienen la instalación, el poste florido ha ido adquiriendo prestancia y empaque hasta quedar totalmente colonizado.
En estos tiempos en los que tantas empresas emplean una insufrible jerga de palabrería en inglés y altas dosis de cursilería; en los que se saca pecho tecnológico y todo se emprende y se empodera para que no falten ni la resilicencia, ni el coworking, ni tampoco «experiencias» ni «soluciones integrales» aquí tenemos este poste convertido en árbol de mayo que entronca, nunca mejor dicho, con oscuras ceremonias del Paleolítico Superior o el Neolítico y que, miles de años después, bien podía recordar a una ofrenda a Pales, la diosa de los pastos.
Esta paradójica situación nos recuerda que Málaga sigue siendo una ciudad colonizada por cables y postes de tiempos de Recaredo, situación que desde tiempo inmemorial impide caminar en línea recta por muchas aceras y que en barrios como Sixto, en la Carretera de Cádiz, ha terminado por soliviantar a los vecinos, que se niegan a que un solo cable más cuelgue de los bloques.
Como la desaparición de postes y cables tardará un par de siglos, una solución intermedia sería propiciar el empuje de la Naturaleza y transformarlos en árboles de mayo y guirnaldas de flores, para recordarnos que por mucha tecnología que llevemos encima, seguimos unidos a un pasado arcano y fascinante. Power to you.