Los patios delanteros de la antigua Prisión Provincial reciben el rodaje de la serie Black Mirror con matojos, gatos y montañas de latas.
Existen tradiciones tan enraizadas entre algunos malagueños que no se van ni con agua corriente. Y ya se puede intentar razonar con este grupúsculo, hacerles ver que sus prácticas atentan contra el decoro, las buenas costumbres, la higiene o la vergüenza torera que seguirán erre que erre con la tradición contra viento y marea.
Es lo que desde hace años ocurre con la antigua Prisión Provincial de Málaga, en la avenida de Ortega y Gasset, de competencia municipal, aunque esta se ejerza de higos a brevas.
En los aledaños, en concreto en el lateral de la calle Virgen del Pilar, es norma que un grupo de tertulianos, a años luz de los de las tertulias del extinto programa La Clave y de las conversaciones de Sócrates con sus discípulos, hablen de lo divino y de lo humano mientras le dan al bebercio y, en lugar de hacer uso de las papeleras y contenedores, que no faltan, dejan la prisión hecha unos zorros, pues la práctica ancestral manda que, una vez deglutido el contenido de una lata, mayormente de cerveza, esta se lance de cualquier manera al pequeño patio de la prisión y se abra la siguiente.
No es la primera vez que hemos hablado de esta lamentable tradición, precisamente porque renace con la misma fuerza de siempre y da igual que se realicen limpiezas cíclicas a lo largo del año, pues los tertulianos -necesitados de clases de Protocolo- volverán a la carga.
Sin embargo, lo triste es que, esta penosa situación de la prisión como vertedero-Lugar de la Memoria Histórica coincida estos días con el rodaje de una serie británica de televisión, Black Mirror, como informó ayer La Opinión. En concreto, del episodio que cerrará la cuarta temporada.
Ya podía haber tenido nuestro Ayuntamiento la previsión de adecentar un poco los dos patios de la entrada, en los que ayer por la mañana, aparte de las latas, abundaban los matorrales de gran tamaño, cajas de botellas y un sinnúmero de recipientes, porque cuentan con gatos que esperan tras las rejas a ser cómodamente alimentados, como si estuvieran en un zoo.
Con un rodaje internacional de tanta relevancia no se entiende este estercolero, a no ser que el director hubiera pedido que la prisión tuviera altas cantidades de mugre y deseara plasmar esta desolación con gatos y montañas de latas.
Además, completa el panorama una buganvilla en estado salvaje, asomada a la avenida de Ortega y Gasset, cuyas ramas parecen aguardar agazapadas el paso de un peatón para caer sobre él y dejarle un recuerdo en la cara.
No hay que ser un hacha para concluir que si Ortega pudiera pasear por la avenida que lleva su nombre, al pasar por la antigua cárcel volvería a repetir una de sus frase más famosas: «No es esto, no es esto».
No son de recibo ni unas tradiciones tan pleistocénicas ni la limpieza mal planificada.