En la calle Alcazabilla sigue rota una placa de metacrilato, de esas que se emplean para no ver en absoluto los restos arqueológicos que hay debajo.
Ha pasado más de un mes desde que esta sección publicó la foto de un fiasco: la destrozada placa de metacrilato de la calle Alcazabilla. Un mes más tarde, los asiduos de esa calle habrán comprobado que todo sigue igual y varias vallas de la policía local, en un apaño temporal que se eterniza, siguen evitando que cualquier paseante se pegue el trompazo.
Hablando de trompazo, el Ayuntamiento ha cambiado esta misma semana un cristal de la barandilla que se asoma al Teatro Romano, después de que un segway, esos vehículos con forma de patinete, se estampara contra ella.
En el caso del metacrilato, fuentes municipales informan de que fue un camión de Limasa el causante del estropicio. Pero, como vemos, la reparación no supera en velocidad al famoso barco del arroz, que nunca arribó..
En teoría, y solo en teoría, el cacharro de metacrilato sirve para que los transeúntes puedan ver una parte de la antigua muralla de la ciudad. La práctica es bien distinta, sobre todo porque si este metacrilato fuera un dechado de visibilidad, habría que escorarse para ver lo que a primera vista parece un depósito de hormigón, con los restos arqueológicos en uno de los lados.
Pero como decimos, la realidad es mucho más chunga: los genios que idearon esta atracción arqueológica se olvidaron de las clases de Naturales que recibieron en su niñez. Como alguna vez hemos comentado, el invento del metacrilato para admirar restos del pasado, presente en muchas ciudades españolas, es un fiasco, un churro, un timo de campeonato porque nadie contó con ese fenómeno, presente en la Naturaleza desde que el mundo es mundo, llamado la condensación. Como saben, el vapor de agua se condensa al bajar la temperatura y se convierte en líquido. El ejemplo más famoso es el rocío mañanero. Y eso es lo que se produce en estas placas, lo que provoca que no se vea un carajo.
Si a este fenómeno le añadimos que el Ayuntamiento se suele olvidar de reponer las bombillas que alumbran el escenario arqueológico, tendremos una explicación bastante plausible del fiasco.
Fuentes municipales informan de que van a tratar de pedir otra solución técnica porque no es plan de ir cambiando, con tanta lentitud además, las placas de metacrilato que se desgracian y que luego no sirven ni para vestir santos.
Está por ver que este ahorro de dinero público se lleve a cabo. Mucho se teme el firmante que la inercia burocrática perpetúe este timo a escala nacional, sugerido por expertos que no recordaron sus tiempos de la EGB.
Mientras llega la placa sustituta, los viandantes más afines a los hombres mono se dedican a tirar desperdicios varios por el agujero, incluida una bolsa de basura. Si alguna vez la policía lograra pillar con las manos en la masa a estos bípedos, lo mismo concluyen que se trata de sujetos de cabeza condensada.