Tres años después de las denuncias vecinales, siguen los matorrales y la falta de limpieza en el entorno del modélico centro social de Segalerva.
En 2013 el Ayuntamiento inauguró el precioso y moderno centro social de Segalerva y El Molinillo, junto al recuperado Cuartel de Segalerva y tuvo el acierto de ponerle el nombre de Ángel Jurado, presidente de la asociación de vecinos Segalerva-Molinillo, que desde hace un cuarto de siglo trata de mejorar las condiciones del barrio.
El propio Ángel, que no se casa con nadie, un año más tarde se ponía en contacto con La Opinión para denunciar la suciedad imperante en todo el entorno de centro social. Llamaba la atención la acumulación de porquería después del gasto de dinero público en levantar este equipamiento. ¿A qué se debía esta impresentable isla de suciedad?
El propio presidente vecinal explicó que todo se debía a un desacuerdo entre el gimnasio del cuartel y el Ayuntamiento: cada parte aseguraba que la otra debía encargase de la limpieza y el mantenimiento.
Tres años más tarde, lo mismo da si el responsable es Juan o Juanillo, lo lamentable es que sigue hecho unos zorros y el contraste entre los modernos cubos de colores del centro social y la profusión de matojos que crecen a su alrededor no puede ser más deprimente.
Resulta inexplicable que los parterres frontales del centro social, cuajados de hierbas aromáticas, más bien parezcan el rincón más agreste de los Montes de Málaga. Pero lo que se lleva la palma es la parte trasera, denunciada con dureza por Ángel Jurado en 2014, que sigue en iguales o peores condiciones, porque lo que uno encuentra es un matorral espeso cuya altura ya llega a las ventanas del centro social.
¿Cómo no se ha solucionado un problema denunciado hace tres años?, ¿qué fuerzas telúricas (o botánicas) impiden acordar el arreglo de unos minúsculos jardincitos? Pero el desatino no se queda en este olvidable parterre que cualquier día puede salir ardiendo. La parte trasera del centro es una zona sin cuajar. Hay un campito de baloncesto. este sí, muy cuidado y una parte asfaltada para aparcamiento pero otra sigue terriza, también ocupada por coches, y con algún que otro charco purulento de las lluvias de la pasada semana. En cuanto a la pista de petanca que en teoría instaló nuestro Consistorio, es sólo un concepto, una idea platónica, porque a ver quién es el guapo que juega a las bolas en un terreno plagado de hierbas y de basura.
Completan el campo de batalla las mesas y sillas de un establecimiento que tratan de obviar este entorno herbáceo. Desde luego, no da la impresión de que ayude mucho al negocio.
Así que este es el panorama. Idéntico al de 2014. El centro social costó casi un millón de euros del antiguo Fondo Estatal de Empleo y Sostenibilidad Local pero el entorno está tan sucio y descuidado que da la impresión de que los políticos, pasados los fastos de la inauguración, se marcharon con la música a otra parte. A ver cuándo regresan.