El concurrido mirador turístico de Gibralfaro continúa invadido por pintadas, algunas de ellas datadas en el año 2000, mientras en el camino de acceso faltan decenas de lascas de pizarra.
Muchos políticos, y lo sabemos por Mitterrand, están obsesionados con dejar a la posteridad algo grande, aunque al final la grandeza se limite a las dimensiones del artefacto. En Santo Domingo, la capital dominicana, por ejemplo, hay un espantoso monumento a Colón que además de ser un faro, contiene los supuestos restos del comandante. Visto en la lejanía parece una urbanización costera de exquisito mal gusto y eso sí, bien grande..
Algún sentido de hito para la posteridad, aunque en un terreno más modesto, debió de tener el mirador de Gibralfaro que, cerca ya de la cima, acoge cada día a cientos de turistas. El paso ingente de visitantes, sin embargo, no ha animado a nuestro Ayuntamiento a adecentarlo, y eso que, con el paso del tiempo exhibe un aspecto cada vez más lamentable.
Esta sección se ha hecho eco, alguna vez, de la dejadez que personas de todos los países pueden apreciar cuando disfrutan de las vistas de Málaga. El problema se encuentra en las pintadas, a decenas, que han acribillado la piedra del mirador pero también las barandillas y cualquier rincón del invento, con especial intensidad en ese hito de piedra del centro, que sólo sirve para que lo ensucien con espray. Lo curioso es que algunas de estas pintadas están fechadas en 2000 y las más recientes, hace unos días, así que, a no ser que hayan sido datadas de forma errónea a sabiendas, ya ven cuánto tiempo hace que el Consistorio mira para otro lado.
Y frente al mirador, algo que debió de ser una fuente y que hoy es una especie de altar grafitero, con una mezcla de estilos y colores que lo han transformado en un cuadro de Pollock. Y entre las pintadas que se pueden encontrar en este espacio, desde los corazones con los nombres de quienes se juran amor eterno hasta insultos y expresiones soeces que nada innovan en lengua española. Por cierto, que también falta desde hace años el binocular que funcionaba con monedas. De él sólo nos queda la base, llena de grafitis, para no ser menos que el resto del conjunto.
Así pues, todo turista que suba a estas alturas deberá abstraerse de la falta de mantenimiento y tratar de disfrutar de las vistas, siempre que a su vez se abstraiga de los excesos urbanísticos malaguitas que, desde lo alto, llaman más la atención. Eso sí, las jacarandas, ya florecidas, hacen olvidar muchos de estos errores.
Mención aparte merece también el camino de acceso a Gibralfaro desde los Jardines de Puerta Oscura, que tiene innumerables socavones, porque faltan de su domicilio, no se sabe desde hace cuántos años, decenas de lascas de piedra de pizarra, así que los accidentes, al menos los geográficos, son continuos. Ya podía nuestro Consistorio reponer este camino turístico.
Mañana seguiremos hablando de Gibralfaro, un monte céntrico e histórico, pero da la sensación de que también es incómodo de subir incluso con coche oficial y como nuestros políticos lo patean tan poco, está como está. El mirador, desde luego, sería para que lo miraran.