Entre las quejas vecinales, todo lo relacionado con los árboles (su porte, raíces, hojas y alcorques), síntoma de los miles de ejemplares plantados por capricho. El plan de arbolado quiere poner fin al caos.
Informar sobre los barrios de Málaga es hacerlo, básicamente, sobre sus carencias. Los vecinos contactan con los periodistas cuando afloran los problemas, con la esperanza de que, al salir a la luz, el distrito, la Gerencia de Urbanismo, el área de Tráfico o el negociado que sea arregle el entuerto, puesto que por la vía de las comisiones las soluciones llegan a la velocidad del tren de Arganda, que como recuerda el saber popular, pita más que anda.
Uno de los clásicos de las quejas vecinales son los árboles. Las podas severas provocan lógicos cabreos que se repiten año tras año, cuando los trabajadores municipales los dejan con menos follaje que un palillo de dientes.
Luego están las raíces, que se cuelan por los sanitarios con más pericia que los rusos en el Partido Demócrata.
Por último, la pringue de las jacarandas en las aceras y los alcorques, vacíos o insuficientes para albergar los árboles, completan el corolario principal de quejas.
Son tantas las denuncias de este tipo durante tantos lustros, que al fin tenemos una explicación: No es que los malagueños sean especialmente mijitas o exigentes, es que la mitad de los árboles de Málaga están mal puestos.
Varias generaciones de responsables torpes o pasotas han propiciado que en calles y avenidas de la Ciudad del Paraíso, donde sólo deberían abundar, por ejemplo, los naranjos, dominen las alturas ficus, jacarandas o plátanos orientales, con efectos devastadores para los vecinos y para el crecimiento digno de estos ejemplares.
El Ayuntamiento quiere empezar a acabar con este caos vegetal con el avance del plan director de arbolado, que dio a conocer la semana pasada. Las pautas a seguir en el futuro, para que no continúe el descontrol, son más que oportunas.
El mes pasado, el firmante pudo charlar con el biólogo y académico de Ciencias Ernesto Fernández Sanmartín, con motivo de un reportaje al cumplirse diez años de la llegada de los almencinos al Parque de Málaga.
El biólogo, que entre otras minucias ha sido uno de los responsables de jardín tropical de la estación de Atocha -tras salvar los serios reparos del arquitecto Rafael Moneo y de Renfe- recordó una máxima que en Málaga se la saltan a la torera por el caos de árboles con el que contamos: «Los árboles frutales se podan, los ornamentales no».
Podar los plátanos orientales ha hecho de ellos muertos vivientes, podridos por dentro, y ya están haciendo mutis por el foro en el Paseo de los Curas, pues los que se pierden no se reemplazan sino que son sustituidos por almencinos.
Y si se podan tantos ficus como los del Paseo de Reding se debe a la enorme concentración de ejemplares en tan poco espacio, casi el triple en comparación con los ficus de la Alameda en un espacio parecido. Dos de los muchos ejemplos de plantación casi al tuntún.