El cauce del arroyo de la Caleta, objeto de protestas vecinales en los últimos tiempos, nos depara pequeños detalles. Algunos, con más de medio siglo de veteranía.
El pasado jueves esta sección hablaba del sorprendente auge que en un barrio tan poco movilizado como El Limonar está teniendo el movimiento vecinal en los últimos meses. El crecimiento de la zona, el aumento de las urbanizaciones y la constatación de que, principalmente, de equipamientos municipales andan bastante secos, ha motivado este movimiento ciudadano.
Quizás sea una anécdota o a lo mejor un símbolo de la situación, pero alguna vez hemos contado en esta sección cómo en la calle Goethe, justo en la confluencia de los arroyos de la Caleta y Toquero, todavía persiste el letrero de hace más de medio siglo, que el propio Ayuntamiento dedicó al ingeniero de origen filipino Wilfredo Delclós, porque puso su nombre, Don Wifredo, al puente que cruza la calle.
No parece, en absoluto, que se haya debido a un gesto premeditado sino a un despiste, un olvido, motivado por el sitio en el que subsiste, pegado a una urbanización que como un fuerte medieval resiste en esta zona en la que se unen los dos arroyos, protegida por unos muros de campeonato.
Así que mientras el letrero que da a la calle Goethe con el nombre de Puente de Don Wifredo, permanece descolorido y casi tapado por una pintada cuyo autor ya pintará canas, la parte posterior está protegida por la vegetación de la urbanización.
Llegados a este punto, superado el siglo de vida, el Ayuntamiento debería percatarse de que tiene uno de los carteles urbanos más antiguos, del tiempo de ese otro cartel de hierro forjado, con letras de cerámica, que informa de que el turista está ante la Alcazaba y el Teatro Romano, en la intersección de los dos monumentos, al comienzo de la calle Alcazabilla.
En suma, debería plantearse restaurarlo o preservarlo, porque está lleno de encanto y merece seguir en este rincón del Limonar.
Un rincón, por cierto, del que baja la avenida de las Caballerizas y en el que comienza un tramo a cielo abierto del cauce del arroyo de la Caleta, enriquecido ya por el de Toquero. Si uno se adentra por él, con precaución si no impera el secano, tendrá la sensación de estar en algún barrio ilustre de Roma, porque al cauce asoman árboles portentosos y casas como la modernista Villa Suecia, que te transporta, paradójicamente, muy lejos de Escandinavia.
Bajar por ese cauce es una mezcla entre viaje en el tiempo y viaje, sin un euro de gasto, a la capital italiana. Si a eso sumamos el cartelito de otros tiempos dedicado a don Wifredo. ¿Quién da más? Disfrutar de los pequeños detalles es la sal de la vida.
Terral
Está previsto que hoy llegue el anticipo del verano, el horno fenicio con las fauces abiertas. La sensación térmica de estar viendos las fallas de Valencia desde la barrera. Ánimo. No será para tanto.