Andalucía tampoco se libró de la moda que motivó el añadido en el estatuto autonómico de que somos una «realidad nacional». La realidad es que quien más
insiste en mitologías más tiempo pasa en los juzgados.
La desafección de un servidor con la política andaluza se produjo hace cosa de una década, el día en el que los parlamentarios, en un ataque de cursilisimo reaccionario, acordaron añadir al Estatuto de Autonomía que Andalucía era una «realidad nacional».
Fue en la época en la que todas las comunidades autonómicas pugnaban por ver quién era más pata negra en un intento por igualar en ranciedad nacionalista a los políticos vascos y catalanes con pedigrí.
Así que, ahí tuvimos a esa de pléyade de mentes pensantes, políticos de todas las regiones e ideologías, unidos, no en solucionar los problemas de falta de vivienda o de hospitales sino en ahondar en la brumosa mitología para cimentar el sentimiento de pertenencia a la tribu, que felizmente coincidía con su corralito administrativo.
Ese día, los políticos andaluces dieron un importante paso atrás y un servidor no quiso acompañarles en ese viaje nostálgico por el Nodo, pues entre la «realidad nacional» y las soflamas ñoñas con esos Reyes Católicos de cartón piedra del franquismo había poca diferencia.
Si observamos el mapa europeo y la evolución de los antiguos reinos, condados y principados, la inmensa mayoría de comunidades, estados federales o regiones podría hacer lo mismo que en España y autodenominarse «realidad nacional», «unidad de destino en lo universal» o «patria milenaria de todos los renanos y renanas (del Norte)».
Los estatutos autonómicos de la mayoría de las comunidades reforzaron tanto su carácter histórico como la singularidad de sus respectivos pueblos -como mínimo, contemporáneos de los dinosaurios-.
Pero a un servidor, el cursilismo identitario ya no sólo le provoca risa y la sensación de que podría haber inspirado una buena comedia de Berlanga y Azcona, también le causa alarma, porque cuando un grupo de políticos decide que hay que singularizarse del vecino es que está marcando terreno para su negociado. Lo estamos viendo en Cataluña, donde la sagrada bandera ondea mientras tapa el cartelito que reza «tres por ciento».
En Andalucía, fue declararnos realidad nacional y comenzar a organizarse el actual desfile de políticos autonómicos por los juzgados. Así que, aparte de coincidir en que nacer o vivir aquí sea una fantástica casualidad y en que hay que seguir trabajando por la calidad de vida de todos, si hoy, Día de Andalucía, observa usted a políticos insistiendo más de la cuenta en la mitología verde y blanca y apenas en la ciudadanía, empiecen a tentarse la ropa. De ahí a la imputación solo habrá un paso.
Escritos sobre ruedas
La EMT convoca un concurso de cuentos y poemas para jóvenes. Felicidades por la iniciativa. Los libros no deberían perder terreno en el autobús frente al Candy Crush.