Los alrededores de la plaza de Olletas conforman una sucesión de costurones en la calzada, muchos de ellos realizados por Tráfico, que causan las delicias de
neumáticos y peatones.
Los romanos solían poner en las inscripciones funerarias la misma fórmula: «Aquí yace, que la tierra le sea leve». No es nada seguro que, a extramuros de la ciudad, en la zona de la Fuente Olletas, de encontrarse tumbas de antiguos romanos la tierra les sea precisamente leve.
Y es una desgracia trabajar tantos años, ya sea como matrona, patricio, esclavo o liberto, para que en este primer tercio del siglo XXI, la eternidad se vea constantemente interrumpida por obras en el entorno de la plaza de Olletas. En este rincón de Málaga el descanso eterno es una quimera, ojo.
Y no nos referimos al cíclico desparrame de aguas fecales, del que dio cuenta este periódico el pasado miércoles, avería que ese mismo día fue reparada -ignoramos cuándo volverá, porque se comporta como el Guadiana-. Servidor hace referencia al piso de la plaza y sus calles y avenidas más próximas, recorridas por unos costurones que ríase usted de Scarface (cara cortada), el cariñoso mote que le pusieron a Al Capone.
La mayoría de estos costurones, de los que dan cuenta los neumáticos de los coches pero también los peatones, se debe a la pericia del área de Tráfico, aunque quizás, de que permanezcan así haya que responsabilizar a Urbanismo.
El costurón más llamativo se encuentra muy cerca de un paso de cebra ya en la calle Cristo de la Epidemia. El paso de tanto vehículo ha hecho que esta apresurada apertura de la calzada luzca hecha trizas, con tropezones de hormigón como cascotes de hielo a la deriva. Pruebe a andar sobre ellos en línea recta y con los ojos cerrados y parecerá que no va a pasar una prueba de alcoholemia en los próximos siglos. Además, su incursión en la acera se manifiesta en forma de losetas rotas en muchos casos.
También en las cercanías de la glorieta con el grupo escultórico a San Juan Bosco hay más de estas hendiduras callejeras, que parecen pasar desapercibidas para el Ayuntamiento.
Pero quizás el lugar con más costurones y retales sea la confluencia de esta plaza con las calles Toquero y Periodista Juanito Cortés.
Las aperturas y cierres de esta zona han sido continuas. Son las arrugas de Olletas que marcan, mejor que nada, el paso de los años. Se trata de sucesivas calas de canalizaciones de agua potable, alcantarillado, tráfico y compañías telefónicas que conforman en el suelo un cuadro de Mondrian, salpicado por las tapas de seis arquetas. Una de ellas por cierto, es la de un colector de comienzos de los 70 que recoge las aguas pluviales y las lleva al río. Aquí se encuentra, además, toda la red que parte del depósito de Olletas.
Como se ve, cortes y hendiduras que hacen de este rincón de Málaga una zona poco recomendable para neumáticos y peatones. Si los romanos de estos andurriales sienten todo el peso de los siglos ya saben la causa.