Cuando se cumple un año del último foro de La Opinión sobre el Guadalmedina y dos días de la tromba de agua, el futuro del río sigue inquietantemente brumoso.
En Badajoz capital, los pacenses han convertido las dos riberas del Guadiana en un espléndido paseo fluvial con carriles bici, parques y eso que le gusta tanto decir a los políticos, «zonas de esparcimiento», nada extraño si como aventuraba un angustiado niño en la película Días de radio, de Woody Allen, el Universo se expande.
Es curioso porque, tras este último fin de semana en el que los malagueños hemos comprobado una vez más cómo se las gasta una tromba a traición, está a punto de cumplirse un año del foro organizado por este periódico sobre el futuro del Guadalmedina.
Como alguna vez un servidor ha aventurado, vivimos la doble maldición de sufrir a unos políticos en su mayoría trashumantes, que hoy sirven para un roto y mañana para un descosido, al tiempo que la visión para realizar las cosas se ha limitado a los cuatro años en la mayoría de cabezas pensantes.
Con estos presupuestos, un año después del foro el futuro del río sigue bastante brumoso y no hay visos de que se vaya a hacer algo a medio plazo porque no hay dinero. En segundo lugar, y lo más importante, tampoco parece que quienes plantean hacer algo en el cauce se hayan planteado prever con alguna medida técnica una avenida extraordinaria, máxime cuando la situación del pantano del Limonero no es precisamente idílica en relación con la ciudad.
Recordemos que en ese foro, el portavoz de Colegio de Ingenieros de Caminos, Ángel García, abogó por resolver lo primero el problema hidráulico, mientras que el urbanista y académico de Ciencias, Manuel Olmedo, que lleva 30 años estudiando el problema, en la misma línea reclamó resolver la seguridad de Málaga y a continuación «le preguntaremos al ciudadano si en el cauce quiere jazmines, damas de noche o floresta tropical».
En su opinión, el cauce no está preparado para una avenida extraordinaria porque además de absorber las aguas de esa posible gran tromba, tendría que lidiar con el agua de la presa y de todos los arroyos que confluyen en él. Por eso, además de completar la reforestación, aboga por desviar esa avenida extraordinaria, en buena parte gracias a una conducción bajo el cauce.
Lejos de estos planteamientos, el concurso de ideas puesto en marcha en 2012 por la Fundación Ciedes se limitaba a la solución estética, así que el Guadalmedina estaba repleto de parques, paseantes felices y ciclistas con ganas de disfrutar de la vida.
La última propuesta, esta vez municipal, se refiere a una suerte de puentes-plaza, lo que se dice auténticos macropuentes -sin relación con los días festivos- sobre el río, que es una manera suavona, aunque ocurrente, de insistir en que hay que embovedar el cauce como sea.
Como se puede ver, discusiones bizantinas sobre el envoltorio sin entrar a solucionar el riesgo de que una tromba mucho más fuerte que la del sábado expanda el Guadalmedina hasta límites difíciles de soportar.