La Junta prosigue con su siesta administrativa mientras los terrenos del antiguo Convento de la Trinidad continúan en barbecho. También hay que dejar descansar la tierra.
Ayer comprobamos cómo el Ayuntamiento de Málaga prosigue con su absurdo empeño en confundir al personal y referirse a los barrios de La Trinidad y El Perchel, siempre que puede, como un único barrio llamado Trinidad-Perchel. Cuando se le mete algo en la mollera no hay razonamiento histórico ni geografía municipal que valga y ni siquiera cuenta la palabra de Miguel de Cervantes, cuyo 400 aniversario de su muerte, paradójicamente, se ha encargado de conmemorar el año pasado.
No es de extrañar por tanto que en muchos rincones de eso que llama Trinidad-Perchel, con perdón por el palabro, las cosas no marchen como debieran. Y no se trata sólo del ninguneo nominativo que con tanto cariño exhibe nuestro Consistorio; hablando en plata, la Junta de Andalucía también es para echarle de comer aparte. Razones hay, pues después de marear al personal con un proyecto digno de Spielberg y Juan José Bayona como el Parque de los Cuentos (véanse los recientes Mi amigo el gigante y Un monstruo viene a verme), continúa manteniendo el antiguo Convento de la Trinidad en estado vegetativo.
Entre medias, le dio tiempo a acabar con casi toda la huella militar de este antiguo cuartel. En su afán por cepillarse todo rastro cuartelero, no tuvo consideración ni con dos pabelloncitos exentos -antiguas letrinas y cocina- que cualquier otra administración menos botarate habría reservado como complemento al futuro espacio cultural, máxime cuando decenas de colectivos ciudadanos pedían que se preservara ese pasado militar en algo más que las almenas y garitas que asoman a la calle Velarde -conservadas, por cierto, gracias a la presión de estas asociaciones-.
Pero el concepto inteligencia administrativa, al menos en España, no debe darse por descontado y mucho menos en los despachos de altos cargos, desde hace décadas colonizados cada vez más por políticos trashumantes en lugar de por funcionarios de carrera.
Así que el Convento de la Trinidad continúa a la espera, no sabemos de qué, con solo unas obras realizadas en su interior para que no se nos desplome, y si la cosa no ha llegado a mayores se debe a que echa una mano el vecino Archivo Histórico Provincial, que alerta cada vez que hay un problema.
Hace unos diez días fue precisamente el firmante de estas líneas el que avisó al Archivo porque un tramo de la valla metálica que rodea el antiguo convento se encontraba tirada en el suelo, en la parte más próxima a las almenas. Vamos, que había vía libre para hacer turismo y botellón en el interior de la parcela, aunque por lo menos el edificio se encuentra tapiado.
Un gato observó con somnolencia a un servidor, que estuvo tomando notas y fotos del pasotismo y la somnolencia autonómica. El día que la Junta despierte, confiemos en que no sea para contarnos el sueño que ha tenido y se ponga manos a la obra. La Trinidad se lo merece.