En agosto, la asociación de vecinos de La Malagueta ya alertó del exceso de porquería en la pequeña calle Corinto. Medio año después, la situación continúa viento en popa para los microbios.
Ayer hablamos en esta sección de la decrepitud en la que se encuentra el antiguo Gobierno Militar de Málaga del Paseo de la Farola, y del interés del Ministerio de Defensa en sacar rédito económico y entregarlo al mejor postor en subasta pública.
Muchos son los novios que tiene el edificio, pero de aquí a que esta antigua sede institucional saque cabeza, reconvertida en Colegio de Farmacéuticos, cuartel de la Guardia Civil, centro de salud de La Malagueta o vaya a usted a saber qué, pasarán algunos años, pues obras necesita para rato.
En todo caso, resulta esperanzador saber que, aunque sólo sea por el vil metal, el Ministerio de Defensa se ha preocupado de esta mancha en el impecable Paseo de la Farola. Aunque para mancha, y de las perpetuas, el callejón que separa el Gobierno Militar de la antigua Jefatura de Obras Públicas y del que este periódico ya habló durante un paseo en agosto del año pasado con la asociación de vecinos de La Malagueta. Hablamos de la pequeña calle Corinto, cuyo estado bastante mejorable de limpieza motivó las quejas de la presidenta vecinal, Lola Navas.
Lo preocupante es que ha pasado medio año y la concentración de microbios continúa.
Gracias al periodista Domingo Mérida sabemos que en octubre de hace 40 años, el Ayuntamiento propuso en bloque 123 nombres que aparecen en la Biblia para incorporarlos al callejero, entre ellos esta ciudad griega, así que no debe su nombre al tipo de uva. Pero visto el estado general de la vía, no es descartable concluir que conserva porquería intacta desde la fundación de Corinto, y eso que está habitada desde el Neolítico. Este importantísimo dato daría pie, incluso, a que un tramo de la calle, en concreto el que más roña conserva, pudiera exhibirse en la sección arqueológica de la Aduana.
Pero mientras se produce esta feliz noticia, lo cierto es que los peatones que la cruzan suelen pasar por ella en estampida, pues recuerda mucho a una sórdida calle de cualquier ciudad europea del XIX, esas que en las series de televisión suelen representarse con más gente que en la guerra, además de con carros y carretas.
La presidenta vecinal llamaba la atención en concreto no sólo sobre los churretones de la acera sino sobre los charcos purulentos de agua negra que incluso en agosto se concentraban en la escalinata de acceso al Paseo de la Farola.
El panorama no ha cambiado. Si Narciso se asomara a estos charcos en mitad de La Malagueta sólo vería la negra noche y se curaría de su narcisismo -la enfermedad del siglo XXI-. Para colmo, un deprimente brachichiton es el único ornamento vegetal de la callejuela.
Lo dicho, hay tanta porquería que uno ya no sabe si pedir ayuda al concejal de Medio Ambiente o a los arqueólogos de la Aduana.