Desde finales de 2010, socialistas y populares persisten en su abulia y no dan con una solución para el paseo mirador de la Alcazaba, que costó 600.000 euros.
Los palos del sombrajo pueden caerse por las circunstancias más insospechadas. Embárquense, por ejemplo, a bordo del ballenero Pequod para tratar de capturar a Moby Dick. Está demostrado científicamente que un gran número de lectores no aguanta ni los primeros vaivenes del barco, porque Herman Melville siguió la estela de Miguel de Cervantes en la primera parte del Quijote, pero de forma mucho más exagerada, así que además de relatos que interrumpen la trama, salpicó toda la novela de una suerte de somnolienta enciclopedia del ballenero, además de disquisiciones bíblicas y mitológicas.
De ahí que muchos lectores decidan saltar por la borda y dejar al capitán Ahab que se las entienda solo con la puñetera ballena (en realidad, un cachalote con más años que una bandá de loros).
En un terreno mucho más terrenal, valga la redundancia; en tierra firme, para entendernos, los palos del sombrajo se nos pueden caer si nos damos una vuelta por un lugar tan emblemático como la ladera de la Alcazaba. Allí continúa, a la vista de todos, la desconexión total entre la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento, pues un año más sigue sin abrir al público el moderno paseo mirador de la Alcazaba, perfectamente camuflado y adaptado a la ladera y que podía haber sido, desde hace años, un atractivo turístico muy importante de la ciudad, gracias al regalo de sus maravillosas vistas.
Pero como el mirador es competencia municipal y hay miedo de que los garrulos de todo colectivo humano aprovechen para hacer botellón en el vecino Teatro Romano, competencia autonómica, nadie mueve un dedo para buscar una solución, que pasaría por vallar el Teatro, aumentar la vigilancia o sólo abrir el paseo mirador para visitas guiadas.
Fruto de esta abulia de socialistas y populares es esta paralís que disfrutamos desde finales de 2010. En ese año se terminó el invento, que costó la nada despreciable cifra de 600.000 euros, pagado con fondos Feil. Los ciudadanos no lo han podido estrenar, salvo los tarugos que se cuelan de estranjis para hacer pintadas en el acero corten del mirador y echarse algo al coleto –si es posible con graduación alcohólica–.
La apatía administrativa se aprecia también en un rincón del recinto del que ya hablamos el año pasado. Se trata de la zona vecina al túnel de la Alcazaba, donde hace años que un magnífico pasillo entre las dos vallas que en teoría protegen la zona permite a cualquier mindundi colarse e irse derechito a hacer botellón. Por lo que se ve, al Ayuntamiento le toca un pie el problema.
Por eso, esta sección anima al alcalde, Francisco de la Torre, y al delegado de la Junta, José Luis Ruiz Espejo, a calzarse unos tenis y a disfrutar de una horita de campo subiendo por la ladera de la Alcazaba. Allí, ante unas vistas maravillosas, que hablen todo lo que quieran pero por favor, que hagan algo de una vez. Los palos del sombrajo no aguantan más sacudidas.