La presencia, ya solventada, de un joyo en la plaza del Siglo debería animar al alcalde a cerrar la legistatura enmendando el error de este adoquinado chungo.
Como la mayoría sabe, hace unos días que al alcalde, Francisco de la Torre, le anunciaron que se jubila dentro de dos años, un anuncio que, estamos seguros, no le habrá llenado de júbilo, pues una cosa es la fecha de nacimiento que ponga en el carné de identidad y otra, la constatación de que compañeros de partido que podrían ser sus hijos o nietos no aguantan un mes su ritmo de trabajo.
Con sus luces y sombras, como todo hijo de vecino, Paco de la Torre ha jugado un importantísimo papel en la transformación de Málaga que, básicamente, ha dejado de ser una ciudad que ni fú ni fá, bastante insulsa y con un desarrollo urbanístico de juzgado de guardia, para convertirse en un destino turístico capaz de mirar de frente a Sevilla y Granada, no porque tenga más monumentos sino porque ofrece algo atractivo y diferente.
Pero no es hora de juzgar la labor de un político al que le quedan todavía dos años para seguir emulando al minero soviético Aleksei Stajánov, que allá por 1935 fue capaz de extraer de la mina catorce veces más carbón que sus compañeros en una sola jornada.
Precisamente por el tipo de mineral extraído, nuestro alcalde y otros fieles seguidores de la Escuela Estajanovista del Trabajo deben de estar muy decepcionados con el estado de la plaza del Carbón, que comparte el mismo desgraciado suelo de adoquines redondos que la plaza del Siglo y la del cardenal Marcelo Spínola, un asunto al que esta crónica le ha dedicado muchas líneas porque da la impresión de que de su colocación se encargó una Escuela de Samba de Río. Lo cierto es que sólo con un ritmo constante y zumbón – a años luz del ritmo medido y constante de Stajánov– se explica el perfecto desnivelado de estas tres plazas, que ofrecen al paseante una sucesión de inesperados altibajos.
Ayer, unos trabajadores reparaban, en la confluencia con la calle Molina Lario, un joyo (en malaguita, hoyo señero), seguramente producto del paso constante de los camiones de reparto.
Es un detalle más en el adoquinado más chungo que han visto los siglos, o como mínimo, la plaza del Siglo y las dos plazas siguientes.
Por eso, como en dos años quizás a nuestro alcalde no le dé tiempo a terminar todos los grandes proyectos pendientes, no estaría mal ofrecer a la ciudad una obra menor pero de gran importancia para la sostenibilidad de malagueños y visitantes. Hablamos, claro, de enmendar el entuerto y ofrecer al mundo una solería en las tres plazas que no se quiebre, agriete ni sorprenda por tantos imprevistos durante el trayecto peatonal.
Sería, además, un gesto de humildad muy bonito por parte de Paco de la Torre el reconocer que todos cometemos fallos y que en la vida municipal todo tiene arreglo siempre que haya presupuesto.
Stajánov, que nos observa desde las nubes, un poco harto de tan escasa actividad, otea la plaza del Carbón y llora lágrimas negras. Hagamos que vuelva a sonreír.