De nuevo la coordinación administrativa puede depararnos una faena tan gloriosa como la de los chiringuitos de La Malagueta, esta vez en El Morlaco.
A veces, no se sabe si es mejor que las administraciones colaboren entre sí o que, como ocurre con la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento, continúe la tradicional falta de lealtad institucional por motivos puramente políticos, fenómeno que sólo cesa cuando los dos cotarros son gobernados por el mismo partido. Así que hace más de 20 años que las dos partes se tiran los trastos, la mayoría de las veces de manera infantil e irresponsable.
Y sin embargo, a veces da miedo cuando se ponen de acuerdo. El hotelazo de Hoyo de Esparteros y la consiguiente subida generalizada de las edificaciones, que no de las temperaturas, que sufrirá esa parte de Málaga es un ejemplo. Otro, la red de chiringuitos ciclópeos permitida en las playas de La Malagueta y La Caleta y que, en un acto de insensatez colectiva, el Ayuntamiento, la Junta y la dirección general de Costas han legado a las generaciones futuras, algo que supone una ocupación insólita, por exagerada, del espacio público, que conlleva el destrozo del paisaje. Sin duda, se habría evitado con un diseño menos ostentóreo y en suma, con el freno de nuestra legendaria tendencia a conjugar lo merdellón con el desarrollo urbanístico.
Precisamente por esta gesta que se ha cargado las playas de La Caleta y La Malagueta para el próximo medio siglo y porque la mesura y la contención no son conceptos que calen en la gestión pública malaguita, un servidor no espera nada prometedor del chiringuito para el que se ha pedido autorización con el fin de levantarlo en una pequeña zona verde junto a la explanada del Morlaco, donde estaba el tranvía.
De este pequeño rincón hemos hablado alguna vez en esa sección, pero por la pertinaz presencia de un oxidado carrito de la compra que, como transcurrían los meses y el Ayuntamiento no lo retiraba, se había convertido en nuestra particular versión chunga del Peine del Viento de Chillida.
Suele utilizarse esta pequeña zona verde de mirador, ya que obsequia al paseante con unas vistas preciosas de Málaga. Por la tarde, muchos malagueños se sientan en el poyete de la explanada para disfrutar de una puesta de sol que se irá al garete si se autoriza la obra. En todo caso, se podrá disfrutar pagando.
Sería un error continuar con la política de chiringuitos ciclópeos que está logrando acabar con el concepto mismo de merendero para dar paso a restaurantes de hechuras desproporcionadas.
En la ciudad de Málaga, la obtención de ingresos públicos está por encima del interés general, así que es bastante probable que las administraciones persistan en el error y autoricen una explotación hostelera en un lugar tan hermoso.
En el litoral nuestros cargos públicos, ya sean de izquierdas o de derechas, exhiben un afán enfermizo por la ocupación del horizonte. Que nadie se extrañe si les nombran, cualquier año de estos, hijos adoptivos de Benidorm.