Con vistas a su rápido crecimiento, el parque de María Luisa parece hoy un vivero de brachichiton, un árbol urbano poco estiloso pero veloz.
La fotos aéreas del entonces, novedoso callejero que La Opinión regaló a sus lectores en 2000, con instantáneas tomadas el año anterior, además de suponer un antecedente en papel de Google maps y compañía, nos dejó la Málaga que se despedía del siglo XX.
En este callejero encontramos un parque de María Luisa apenas esbozado con tan solo una hilera de árboles mozuelos haciendo compañía a la avenida de Isaac Peral. Como informó este diario a comienzos del mes pasado, el Ayuntamiento va a cerrar el parque con una valla, como está haciendo con casi todos, y de paso aprovechará para instalar un parque infantil bastante menos deprimente que el que subsiste en la actualidad, más concentrado en oxidarse que en transmitir ilusión a los niños.
En otras ocasiones que el firmante ha visitado esta zona verde, a unos 300 metros de La Luz y entre la barriada de Virgen de Belén y la Ronda Oeste, ya destacó las enormes ganas del diseñador o los diseñadores de que el parque creciera a toda leche, como esas bellotas mágicas de Panoramix que en las aventuras de Astérix, hacían que los árboles se desarrollaran a la velocidad del rayo.
De otra forma no se explica la abusiva presencia de los brachichiton, unos árboles de origen australiano de relativa belleza y que proporcionan una sombra escasa, por su copa alargada, pero como crecen rápido, proliferan por muchas ciudades (véase la calle Córdoba, con una de las variedades más bonitas). Así que en el parque de María Luisa, que no aspira a extasiar a ningún botánico, hay más brachichiton que chinos y tampoco están escasos de álamos, estos sí, árboles muchos más sugerentes.
En cualquier caso, igual que el Ayuntamiento va a sustituir esos árboles cuyas raíces realizan incursiones en los saneamientos, bien puede ir añadiendo o sustituyendo especies en esta zona verde por otras que den un toque de variedad y color (por el momento, al menos en estas fechas otoñales, el que aportan una chorisia mediana y dos pequeñas en floración).
Eso sí, no falta en el centro del parque una pérgola con columnas de ladrillo visto que, como es norma en Málaga, no soportan absolutamente nada. Si el Ayuntamiento le añade unas parras o alguna trepadora, la pérgola cumpliría su cometido. Ánimo.
Aire y algo más
Uno de los más bellos ejercicios de eufemismo político lo protagonizó esta semana nuestro alcalde, al recordar que el emplazamiento de la estatua del marqués de Larios coincidía con una salida «de aire» del parking de la Acera de la Marina. Si sólo fuera aire, a menos que se tratara de un huracán con granizo, no tendría consecuencias para el grupo escultórico.
Se trata, hay que precisar, de aire nocivo o, como dijimos ayer, del humo de los coches que busca la salida por esos andurriales tan artísticos.