La calle dedicada a la famosa revista de poesía que dio voz a la Generación del 27 es una deprimente callejuela en la tétrica manzana del Málaga Palacio.
Los callejeros están llenos de contradicciones y, muchas veces, el paseante que descubre una calle duda de si el nombre evidencia el homenaje de la ciudad o más bien exhibe una afrenta a perpetuidad.
Como muchos saben, el desaparecido alcalde Pedro Aparicio era un melómano, un gran aficionado a la música y lo cierto es que, en nuestros días, ya resulta raro que un político se dedique con pasión a algo más que a su negociado de supervivencia personal en el partido.
El caso es que, durante el mandato del alcalde socialista, el callejero de Málaga se llenó de compositores y sus obras, sin que esto suponga olvidar que, mucho antes, don Juan de la Rosa, el máximo responsable de la extinta Caja de Ahorros de Ronda, ya dejó una importante huella de su pasión por la música en las calles del barrio de La Paz y en la plaza Mozart.
Pero la verdad es que resulta chocante descubrir, por ejemplo, que las calles dedicadas a Nabucco, a Rigoletto, a la bella Isolda y a la simpar Flauta Mágica, son vecinas, en pleno polígono Guadalhorce, no sólo del continuo trasiego de camiones de gran tonelaje sino también de un arroyo de las Cañas que muchos días del año parece el lugar ideal para que lo explore Frank de la Jungla.
La misma sensación de desconcierto tendrá el paseante que descubra la calle dedicada a Litoral, la prestigiosa revista poética que dio voz a la Generación del 27 y que sigue siendo una maravilla, no sólo por el contenido, sino por el maravilloso continente, del que se encarga desde hace años Lorenzo Saval.
Pues bien, seguro que muchísimos malagueños no caen dónde puñetas puede estar calle tan poética y eso que no se encuentra en ningún extrarradio con camiones.
La verdad es que está a un tiro de piedra de la Catedral pero si la fotografía un turista será por equivocación, pues más que una Málaga de postal, evoca esos deprimentes escenarios de la película Playtime de Jacques Tati, que ironizó sobre la arquitectura sin alma, que en Málaga nos ha dejado espléndidos y numerosos ejemplos.
Porque la calle Litoral es en realidad una callejuela que se adentra en lo peor de la manzana que tapa la Catedral. Y aunque no linda con el Hotel Málaga Palacio, tiene a su derecha el edificio de Iberia, que deprime a todas las gaviotas que lo sobrevuelan; al fondo un bloque tristón y a la izquierda, el edificio de Telefónica, realizado en los años 20 por Guerrero Strachan, pero al que un grupo de directivos mastuerzos, con la misma sensibilidad por la Arquitectura que los hunos le añadió una última planta de película de terror, después de destrozar el maravilloso remate original. Por suerte, Guerrero Strachan no vio su obra deformada por estos salvajes con estudios.
La calle Litoral, eso sí, cuenta con una cámara de vigilancia porque mucha gente suele mear en ella. Lo dicho, una afrenta perpetua para la poesía.