El objetivo municipal de no sacrificar más perros y gatos es lo que desde hace lustros, con mucho esfuerzo, realiza la Sociedad Protectora de Animales.
Alguna vez hemos hablado cómo la conjunción de la política con la burocracia termina por construir un lenguaje aséptico y robotizado que está acabando con las palabras rotundas y claras, esas que no necesitan explicación. El lenguaje administrativo opta por el requiebro para maquillar los conceptos, con vistas a embellecer la realidad. Que la grúa municipal de toda la vida ahora se llame Servicio de Apoyo a la Circulación es, quizás, la sustitución más llamativa, pero no podemos olvidar la transformación de la perrera municipal en Centro zoosanitario.
En esta línea, no es descartable que, en un futuro no muy lejano, las bibliotecas municipales, algo demasiado obvio, sean rebautizadas como Servicio de Apoyo a la Inteligencia y la Imaginación.
En cualquier caso, sean galgos o podencos, lo más esperanzador del mencionado Centro Zoosanitario local es que el Ayuntamiento de Málaga está planteándose su funcionamiento y por eso quiere conseguir el sacrificio cero, otro lema muy de nuestros tiempos.
Hace unos años, el firmante pudo visitar la perrera municipal. Se encuentra cerro arriba en la Virreina Alta, justo por encima de la perrera de la Protectora de Animales. Lo más llamativo de sus instalaciones era su pulcritud y orden, nada que ver con el refugio de la Protectora, siempre hacinado. Por el contrario, en el Centro Zoosanitario todo estaba llamativamente como los chorros del oro y no existía hacinamiento alguno.
La diferencia, claro está, es que mientras en la Protectora apechugan con los animales que sean, en el centro municipal, pasadas unas semanas, si el perro no es adoptado o recogido por sus dueños, se sacrifica (eutanasiar es el verbo creativo que usan nuestros munícipes). De hecho, ya por entonces, la Protectora había firmado un acuerdo con el Ayuntamiento por el que recibía de la perrera municipal un cupo de animales, que libraba así de una muerte casi segura.
El firmante recuerda los apuros de un veterinario municipal por reconocer, tras algunos rodeos y titubeos, que en el Centro Zoosanitario se sacrificaban animales. Al hombre se le veía que lo pasaba mal y que no era plato de su gusto aplicar por sistema la inyección letal a las criaturas.
Pero si la Protectora, una asociación con cuatro duros, lleva lustros esforzándose para que todos los perros y gatos recogidos mueran de forma natural y hasta tiene una zona geriátrica para los más veteranos, ¿cómo no podía hacer algo así el Ayuntamiento?
Costará más dinero, claro, porque habrá que ampliar las instalaciones, pero seguro que también se harán más campañas de concienciación para que aumenten las esterilizaciones, las adopciones y para que los cabestros de turno no abandonen a sus mascotas o compañeros de caza. Intentar que no se sacrifiquen perros y gatos sin más excusa que la falta de espacio será un hermoso avance para la civilización malaguita. Ánimo.