Es la primera vez que un campeón mundial de los majarones entra en la Casa Blanca. La Teoría del majarón malagueño se ha quedado corta.
Hoy, que es una jornada tan especial, van a permitir que haga referencia a un libro escrito por el firmante, tras un año de entrevistas y recopilación de anécdotas, en el que jugó un papel muy importante el convencimiento de que un servidor pertenecía por méritos propios al colectivo. Me refiero a la Teoría del majarón malagueño, publicada originalmente en 2007 y corregida y aumentada en 2012.
En este ensayo humorístico, un servidor sostenía la teoría de que desde finales del XVIII Málaga había hecho su aparición en la Historia después de siglos en la tercera división. El motivo fue el estreno como ciudad portuaria con comercio con América, gracias a Carlos III, lo que produjo la llegada en masa de comerciantes de muchos puntos de España, Europa y América, que de pronto se interesaron por esta perdida ciudad.
Esta súbita incorporación de lenguas y costumbres distintas, más la tradición que se iría formando de emparentarse entre las familias de estos comerciantes habría forjado una figura autóctona que ríase usted de los hechos diferenciales catalanes: el majarón en sus diversos grados de perturbación.
Se trata de una figura que compendia al sujeto aparentemente sano desde el punto de vista médico, pero que por su comportamiento excéntrico, desaforado o alejado de todo rubor (o las tres cosas a la vez) el saber popular cataloga como persona a la que le falta un tornillo o ha recibido una metafórica pedrada en la cabeza.
Los inusitados resultados electorales en Estados Unidos, y aquí va la primicia, convierten esta teoría local del majarón malaguita en un fenómeno que traspasa las fronteras.
A fin de cuentas, el panorama estadounidense nos ofrece en un mismo país ciudadanos cultos y cosmopolitas, aldeanos armados hasta los dientes, premios Nobel en cada esquina, garrulos sin evolucionar que cuestionan a Darwin, directores de cine maravillosos y tíos con capirotes que queman cruces y odian todas las pieles salvo la blanca desteñida.
En suma, que en las ciudades portuarias, y en los países portuarios como Estados Unidos, las probabilidades de producir majarones como churros es mucho mayor que en ciudades de interior y países con menos contacto con el mundo.
Si analizamos los líderes mundiales, comprobamos cómo los perturbados van copando los puestos más altos en naciones de mucho trasiego cultural. Así que si un político asegura en público que habla con los pajaritos, si se conoce que flirtea con menores de edad, envenena a sus opositores o rebuzna, como el caso que nos ocupa, las posibilidades de que triunfe gracias al empuje mundial del lobby majarón y el peso de los electores majaras es altísimo.
Es la primera vez que un campeón mundial de los majarones alcanza la Casa Blanca. La Teoría del majarón malagueño se ha quedado pequeña.
(Nota: la imagen que acompaña esta crónica es un busto de Cayo Julio César Augusto Germánico, emperador romano con apodo que pasó a la Historia por sus chifladuras sin fin).
Avalando tu teoría, Alfonso, sin irnos más allá pensemos que nuestro particular «héroe nacional» era una especie especial (valga la aparente redundancia, algo cuasi cacofónico) de majara-locates que atacaba molinos, entre otras cosas.
Magnífica tu novela. Espero en breve escribir sobre «La invasión de los hombres loros». Genial.
Tengo la impresión que,instalada la mediocridad a partir de mediados de los 90,ha ido degenerando hasta convertir a los mediocres en majaretas,culminando el proceso en estos días con la victoria de Trump.