Urbanismo lleva seis años sin enterarse de que el antiguo edificio de las cocheras de los tranvías, de 1906, es de Fernando Guerrero Strachan. No debe sorprendernos.
Lástima que Evelyn Waugh, que incluso se atrevió a bromear con la II Guerra Mundial gracias a una divertidísima trilogía, no pudiera contar, en la misma clave satírica, los denodados empeños de tantos políticos por traer a Málaga a Rafael Moneo, aunque sea con un edificio que inicialmente sobrepasó todas las hechuras reglamentarias y que obliga a demoler una casa de los Loring y los Heredia, antigua sede temporal del Gobierno Civil.
El triunfo del catetismo ilustrado malaguita está más cerca, pues en esta ciudad, cuando de rutilantes estrellas de la Arquitectura se trata, no se mantienen las formas sino que se amoldan a los astros, prueba de una seriedad y un rigor sin límites.
Que la llegada de Moneo haya servido para ablandar y deslumbrar a tanto cargo público es un triunfo de la estrategia urbanística.
Ya contamos cómo, en la consecución de este fin, ha jugado un papel nada accesorio la ineptitud o el sorprendente despiste de la Gerencia de Urbanismo, que se ha pasado los últimos 21 años sin actualizar en el catálogo de edificios protegidos de Málaga el anecdótico dato de que el edificio de los Loring y los Heredia lo construyó Eduardo Strachan-Viana Cárdenas, el autor de la calle Larios. Todo ayuda.
En la misma línea de celeridad y eficacia, la Gerencia de Urbanismo informó hace unos días a la asociación de vecinos de Pedregalejo, de que el edificio de las antiguas cocheras de los tranvías, junto al arroyo Jaboneros carecía de valor arquitectónico alguno. En la exposición de motivos, nada dijo de la autoría, dada a conocer hace seis años por el propio Ayuntamiento de Málaga en el libro Historia del Transporte Público Urbano en Málaga, realizado por el académico correspondiente de la Historia, Manuel Olmedo, que informa de que el autor de las cocheras fue Fernando Guerrero-Strachan. Pura anécdota.
El edificio, faltaría más, no está en el catálogo de edificios protegidos. De hecho, esta construcción sin valor, levantada en 1906, sigue en pie gracias al empeño de la asociación de vecinos. El Ayuntamiento quiso demolerla, igual que en su día quiso convertir en fosfatina el convento del Perchel. Sorprende por tanto el interés que ahora muestra el Consistorio porque el último vestigio de las cocheras de los tranvías se convierta en sede del distrito Este, en contra de los deseos de los vecinos, que piden que albergue un pequeño museo relacionado con el transporte y sea la sede de Tranbus, la asociación que restaura los autobuses y los tranvías. ¿Cómo convertir en sede del distrito algo sin valor, que el Ayuntamiento quiso demoler y del que la Gerencia ignora, seis años después de darlo a conocer el Consistorio, que es de Guerrero Strachan?
Como se ve, si en Málaga siguen en pie algunos edificios de otros siglos es a pesar de una generación de cargos públicos a los que estas cosas del Patrimonio les tocan bastante el pie.
Ocurre que hay mandatarios que por «patrimonio » sólo entienden el que es personal y se cuantifica y transmite de generación en generación a modo de herencia, y dejan de lado lo que atañe al valor histórico o artístico, etc., y más que cuantificarlo hay que cualificarlo.
Ese modo de pensar, llevado a la gestión pública de lo que forma parte de la historia de un ciudad, un pueblo, o todo un país, da lugar a esas meteduras de pata, por no decir cosas más duras como «grandes cagadas de gestión».
¡Qué razón llevas, Alfonso, y qué duro debe de ser ver un día sí y al siguiente un poco más aún, cómo se destruye más que se conserva!