El pasado lunes las esculturas de niños del Jardín de los Monos amanecieron vestidas con modelos infantiles que parecían hechos para ellos.
Podía haber sido peor, y si no que se lo pregunten al busto de Eduardo Ocón, junto al recinto musical del Parque, que hace unos meses, como dio cuenta esta sección, amaneció con la cabeza enmascarada por unas bragas de un diseño próximo a los delirios estéticos de los concursantes de Mujeres y hombres y viceversa. Uno contemplaba esa estampa y con permiso de Santa Cecilia, renegaba de la música, al menos por un rato.
Lo que hoy nos ocupa es un comportamiento desnortado ciertamente pintoresco. Se trata de la moda de vestir las estatuas, algo que entronca con ignotos rituales prehistóricos, y que tuvo el pasado lunes un exótico repunte en el corazón de la Victoria: por la mañana, los niños esculpidos por el desaparecido escultor Marino Amaya amanecieron con vestiditos infantiles que, seguramente, habrían lucido antes las muñecas de Famosa.
Como ya contó esta sección a comienzos de julio, las esculturas de los niños han pasado por varias fases y lo mismo que tuvieron su auge, tuvieron su caída.
El Ayuntamiento de Málaga encargó las esculturas al artista leonés en 1963. Con el paso del tiempo, los descendientes de los arborícolas o bien se las llevaron a casa de recuerdo o las dejaron para el arrastre. Como resultado, a comienzos del siglo XXI sólo dos de las diez estatuas se encontraban intactas.
Por este motivo, en 2009 el Consistorio decidió encargar al artista una nueva remesa y las pudo reinaugurar. Marino Amaya falleció en 2014 y ya por entonces nuestros mamíferos favoritos habían dado cuenta de algunas de sus obras, de las que en algunos casos sólo quedaban los pies.
Los niños supervivientes del Jardín de los Monos han servido esta semana de inusual pase escultórico de modelos y han lucido desde chubasqueros hasta camisas flamencas con lunares.
Fuentes municipales informan a esta sección de que nunca antes se había realizado algo de este tipo. Los niños de Marino Amaya, eso sí, habían aparecido alguna vez con gorros invernales e incluso gorros de Navidad pero nunca con modelitos completos que parecían diseñados para ellos. «Siempre hay una vez para los actos vandálicos», señalan estas fuentes, que precisan que, por lo menos, en este caso el pase de modelos no daña las esculturas y eso ya es un paso.
Está por ver si la moda de poner las esculturas públicas a la moda no se expande y un día nos sorprendemos con el Cenachero con gafas de submarinista y al otro con Hans Christian Andersen con camisa hawaiana. Dado el apreciable número de majaras, majaretas y majarones con los que cuenta esta noble ciudad, mejor no demos ideas.
Se habla
Un taxi de Málaga capital luce en la ventana un cartel que reza: «English spoken». Lo que debería ser el pan nuestro de cada día, en España sigue siendo motivo de notas como esta, por lo inusual.