Del gigantesco terrizo, restos de un antiguo tejar en las calles Guatemala y México ya sólo queda un reducto que los vecinos reclaman que se asfalte.
Los lectores afines a esta sección concluirán que parte del trabajo de un servidor consiste en frecuentar enclaves purulentos de Málaga en los que, en siglos anteriores, seguro que los brotes de peste bubónica, cólera o fiebre amarilla estaban a la orden del día.
La ciudad avanza y, en muchas ocasiones, se limita a engullir estos espacios sin la debida digestión, es decir, que tardan una eternidad en ser urbanizados, así que en Málaga han sido tradicionales los calveros urbanos nada recomendables para quienes no confraternizan con bichos y miasmas, hoy llamados de forma mucho más fina «los agentes patógenos».
El martes, precisamente, paseamos por el asqueroso barrizal que tiene como vecino el Cementerio de San Miguel para constatar que ya pueden llover chuzos de punta, que de momento el Ayuntamiento no moverá un dedo, pues espera que la zona se urbanice cuando llegue su día, que lo mismo puede ser el año que viene que aquel en el que Artur Mas cante Que viva España llorando a moco tendido.
Más suerte ha tenido otro terrizo lamentable que cuando llovía se convertía en terreno cuasi pantanoso. Se trata de los restos del antiguo tejar que había en las calles México y Guatemala, junto al Parque del Norte.
Convertido en tortuoso aparcamiento al aire libre pese a que era más apropiado para las cabras, la construcción de un reciente bloque había acabado con medio parking. Ahora, la buena noticia es que ya se levanta el segundo, así que el aparcamiento del Salvaje Oeste ha quedado reducido a la mínima expresión, aunque lo expresado sigue causando muchas molestias.
Ayer, el autor de estas líneas recorrió el barrizal con José Manuel Aranda, vecino de la zona, que lleva mucho tiempo pidiendo que se corte el acceso al aparcamiento con una barandilla, pues los coches han terminado por romper la acera y, claro, en entornos degradados no faltan ni matojos ni basuras. Por eso, José Manuel vuelve a pedir al Ayuntamiento la limpieza y arreglo del solar y si se tratara de una parcela privada, que se acote en condiciones.
El aparcamiento, por cierto, da a la trasera de tres modestas pero bonitas casas mata de la calle Monchingo, de las que alguna vez hemos hablado, con el cartelito que informa de que se acogieron a los beneficios de la Ley de Paro de 1935 o Ley Salmón, en recuerdo de Federico Salmón, ministro de Trabajo durante la II República, cuyo objetivo era disminuir el desempleo obrero con la construcción de viviendas en alquiler.
Cuenta este vecino que estas bonitas viviendas serán demolidas para dejar paso a un bloque. Desde luego, no cuentan con protección arquitectónica. En Málaga, las viviendas de las clases más modestas tienen pocas posibilidades de pasar a la posteridad. El ninguneo hasta hace pocos años del patrimonio industrial nos demuestra que, en esto de la protección, todavía hay clases.
Por lo menos, el terrizo se mete en Guatemejor.
Felicito a D.Alfonso Vazquez por buscar estos lugares salvajes en los cuales se puede aparcar y no pasar por caja.Porque aparcar en el aparcamiento municipal cerca del hospital es un atraco con guantes de seda.He descubierto ese lugar porque mi mujer esta ingresada en el Hospital General Universitario,vulgo Carlos Haya , y si tuviera que aparcar me dejaria la mitad de mi modica pension en Smassa.