La estatua del famoso marqués da patadas al aire estos días al conocer la demolición provocada del palacio de Solesio en la calle Granada.
Cuando a finales del XVIII la Mesta, la famosa organización ganadera, languidecía en la comarca de Cameros, en la actual comunidad de La Rioja, de donde partían importantísimas cañadas reales, un viudo cargado de hijos decidió hacer mutis por el foro y buscar fortuna en Andalucía.
Pablo Larios de las Heras, que así se llamaba, se instaló con algunos de sus retoños en Málaga hacia 1800 y el resto marchó a Cádiz. Uno de los hijos, Martín, que llegó a Andalucía siendo un infante, sería el que lustros después se asociaría en varios negocios con Manuel Agustín Heredia y el que pondría en marcha, junto a la ferrería de Heredia en Huelin, la famosa fábrica textil de la Industria Malagueña, que superó todas las expectativas y no cerró hasta 1970.
Martín, el primer marqués de Larios, dio paso a una dinastía que hizo posible –ya fueran solos o en compañía de otros hombres de negocios– fruslerías para nuestra ciudad como la calle Larios; la fábrica de La Aurora, de las que nos quedan los Jardines de Picasso; el ferrocarril; el Banco de Málaga; el puerto de finales del XIX; el cultivo de la caña de azúcar en la Axarquía; el Asilo de las Hermanitas de los Pobres o el Hospital Civil.
Se trata de la familia más importante en la Historia de Málaga, con permiso de los Heredia, pero ahora mismo el II marqués de Larios, Manuel Domingo Larios, el de la estatua frente a su calle, tiene un mosqueo de no te menees con la faena de aliño que hemos conocido este fin de semana gracias a La Opinión. Se trata de una sentencia que ha permitido tener conocimiento de la nada memorable actuación del grupo inmobiliario Salsa, el de la antigua Azucarera Larios, con el palacio de Solesio de calle Granada, ese que mucha gente relaciona todavía de forma errónea con los Gálvez de Macaharaviaya, por un escudo traído el siglo pasado del pueblo y colocado en la fachada y porque el italiano Félix Solesio fue empleado de los Gálvez.
El caso es que la sentencia –sobre el arrendatario de un local en el inmueble– recoge el dictamen técnico de la Gerencia de Urbanismo, que informa de que la demolición de esta mansión del XVIII fue provocada, en absoluto fortuita. El artículo incorpora la foto, aportada en el juicio, de seis vigas serradas mecánicamente.
El palacio de Solesio contaba con protección arquitectónica de primer grado y es hoy un cascajo gracias a esta actuación chusquera, a años luz de todas las contribuciones de los Larios del pasado a la ciudad. ¿Tendrá la hazaña consecuencias municipales? Sería lo mínimo.
Mientras tanto, los historiadores del Arte confirman que la efigie del II Marqués de Larios, realizada por Benlliure, propina al aire patadas de cabreo mientras agacha la cabeza y escudriña el suelo con desesperación (trata de localizar la decencia de algunos de los que en el futuro llevarán sus negocios).
Magnífica reflexión que no será asimilada por los causantes del ejercicio físico del Marqués,
Magnífica reflexión que no será asimilada por los causantes del ejercicio físico del Marqués.