Nuestros servidores públicos tienen una enfermiza querencia por bautizar como hito todo lo que se mueva. El hotel del puerto, faltaría más, también lo es.
Si repasáramos las hemerotecas de los últimos 50 años, concluiríamos que la palabra que más pronuncian los políticos malagueños es «hito». Tantas veces la han soltado que debemos ser la provincia con más «hitos»por metro cuadrado de Europa.
Si cada edificio o equipamiento convertido en «hito» por nuestros espabilados representantes fuera eso, un hecho singular o al menos relevante en la Arquitectura mundial, europea o como mínimo española, la ciudad fundada por los fenicios sería un parque temático de los éxitos de la creatividad humana en materia de diseño y construcción.
Así que a Málaga, la ciudad de los hitos (Landmark City) acudirían turistas de medio mundo, muchos de ellos arquitectos, para dejarse impresionar por la sutileza de formas del hotel Málaga Palacio; la elegante aglomeración de alturas de La Malagueta; las odas al cielo de los edificios de los 70 incrustados en la Alameda Principal; el idílico mirador del ensoñador edificio ilegal de los Campos Elíseos; la evocadora solidez de del edificio Pértika en la plaza de la Merced y el diálogo (socrático) que cada amanecer establece con el cine Astoria…
La realidad, claro, es menos bucólica. Somos, junto con Castellón, la provincia con el litoral más urbanizado de España y la dolorosa paradoja es que, pese a tanta actividad, cuando se nombran grandes arquitectos españoles no suele aparecer nadie de la tierra, lo que probablemente tenga que ver con la juventud de nuestra Escuela de Arquitectura.
Pero eso no es óbice para que el político local vea más hitos que pokémon por las calles y que para él tenga propiedades chamánicas, porque cuando el cargo público expele la palabra «hito» convierte cualquier edificio, aunque tenga dudosa financiación o hechuras, alturas y emplazamiento cuestionables, en algo incontestable, en un hermoso sueño que Málaga, por derecho, se merece tener.
Así que han presentado hace unos días el hotel del Puerto y como no podía ser de otra manera ya ha sido bautizado por nuestros servidores públicos como «hito». Pues no. Un servidor lo siente pero para hito, la ópera de Sidney o la torre Agbar de Barcelona. Para empezar, el mismo arquitecto, José Seguí ha explicado que ha buscado un diseño sencillo y sin pretensiones.
No es un edificio memorable, en el sentido de que se quede prendido en nuestra memoria. Es una torre lo suficientemente alejada del casco urbano para que no incordie, y que no desentona por la relativa cercanía de la deprimente Malagueta, aunque será lo primero que los cruceristas vean desde el mar y no es seguro que la evoquen con lágrimas al volver al hogar.
Se podrá discutir el sitio, el diseño, se podrá protestar por la falta de diálogo o hablar de esa cursilada tan de moda que es el «skyline de Málaga» pero por favor, que cada vez que un político malaguita vaya a pronunciar la palabra «hito» respire profundamente y cuente hasta diez.