Quién sabe si el merluzo que apedreó la fuente de Génova no hizo trizas, de paso, la esperanza del artista flamenco en un mundo mejor.
Como muchos saben, una de las vistas más famosas de Málaga la pintó el artista de Amberes Anton van den Wyngaerde en 1564, cuando Miguel de Cervantes todavía era un mozuelo. En Viena, en concreto en la Biblioteca Nacional Austriaca, se conserva uno de los dibujos de este trabajo. Con el título de La plaza de malga (sic), nos muestra la Plaza Mayor de la ciudad y en primer plano la fuente de Génova, que sólo llevaba cuatro años luciendo palmito como fuente pública, pero no lucía completa porque en el siglo siguiente le añadirían un último cuerpo, mientras que a finales del XVIII le ampliarían el vaso original.
Nada de lo que la rodea podemos reconocer hoy, porque ni rastro queda de las Casas Consistoriales, ni de la Casa del Corregidor, que era una recia torre junto a la cárcel pública, un edificio felizmente desaparecido porque sus condiciones higiénicas habrían provocado la queja más profunda de Segismundo, el protagonista de La vida es sueño, que ya es decir.
El caso es que de esta Plaza Mayor de Málaga sólo nos ha quedado este retazo a plumilla de cómo era en el siglo XVI, aparte de algún plano que nos transmite el emplazamiento de los distintos edificios pero no su aspecto, por eso es tan valioso el dibujo de Van den Wyngaerde.
Pasados cuatro siglos y medio, lo único que permanece, no en idéntico sitio pero sí en la plaza, es la fuente de Génova, que estos días se ha envuelto en un discreto atavío mientras se repone de la última gamberrada.
Como muchos recordarán, el pasado mes de junio uno o varios dignos sucesores de las criaturas antropoides de la Sierra de Atapuerca apedrearon la parte superior de la fuente, con lo que lograron que se rompiera en varios pedazos parte de la taza superior.
La pedrada fue, de paso, un simbólico retroceso de miles de años: piensen en el mono-antepasado que en 2001 Odisea del Espacio lanza el hueso al aire y se convierte en una nave espacial y rebobinen. Todo el progreso de la Humanidad da marcha atrás para transformarse en la piedra que uno o varios merluzos lanzan contra una fuente del siglo XVI.
Cuando el señor Anton pintó la famosa vista de Málaga, en la ciudad había ajetreo porque una flota se preparaba para tomar el Peñón Vélez de la Gomera a los turcos. El tumulto en el puerto y el bochinche de barcos, recogido en el dibujo, puede verse en el modesto puerto de la ciudad.
Quizás el artista flamenco soñó entonces con un futuro lejanísimo, quién sabe si tal día como hoy, en el que el mundo fuera un poquito menos salvaje y no dirimiera los conflictos a tortas. En ese caso, la pedrada de este mameluco anónimo, sin saberlo, iría dirigida contra la esperanza del pintor de Amberes en un futuro mejor. Confiemos en que la fuente de Génova o de Carlos V recupere pronto su esplendor y los malagueños la puedan disfrutar –entera– muchos siglos más y libre cabestros.
Yo quisiera no pensar que el de la pedrada puede ser hijo de uno de los que han conseguido que muchos magníficos palacios, casas señoriales de dos siglos, la destrucción de La Coracha, La Plaza del Teatro, el teatro Principal y un largo etcétera de cultura e historia de Málaga, haya quedado destruido para siempre por mor de muchas razones que, como siempre, pudieran existir, pero que no he conocido su debate ciudadano.