Gracias a la pericia de nuestros políticos, el prestigio social de un diputado en España se acerca al de los ladrones de cadáveres del Valle de los Reyes.
En la Poética de Aristóteles, que es un librito muy comprensible y entretenido que no debería hacer retroceder de horror a nadie, el pensador griego analiza los requisitos para conseguir las mejores tragedias y comedias. Como agudo crítico teatral, deplora que el desenlace de muchas obras no cuenten con el ingenio del autor sino que éste llegue con la intervención de un dios que pone aquí paz y después gloria. Los griegos solían emplear una grúa para elevar por los cielos al actor que interpretaba al dios; de ahí viene la expresión latina Deus ex machina o cómo dar con una solución ilógica y a la vez ramplona para un problema.
¿Cuántas veces las tramas más peliagudas de las películas se han solucionado con que todo era un sueño del protagonista? Pues algo así hará falta, un mal sueño o un pollo disfrazado de Zeus que descienda en grúa a la Carrera de San Jerónimo y castigue con sus rayos a nuestros diputados.
El caso es que ayer, un servidor se incorporó al trabajo tras un mes de vacaciones y la paradoja fue que comenzaban los actos de la Semana Europea de la Movilidad y sin embargo, nada se ha movido. Eso sí, el prestigio social de un diputado en España se acerca cada vez más al de los antiguos ladrones de cadáveres. En la actualidad está casi mejor visto que alguien tenga querencia por los sarcófagos enterrados en el Valle de los Reyes de Egipto que admitir que cobra del Congreso de los Diputados.
Porque, después de tantos meses vacíos, alcanzadas por tantas señorías las más altas cotas de desconexión con la calle, ineptitud e intransigencia, está pronto el día en el que los diputados tengan que comportarse como agentes secretos para no revelar su profesión y así evitar la ira o la risa del respetable.
La pregunta del millón es cómo pueden ser tan burros. Se cerraron en banda a un primer acuerdo entre partidos tras las primeras elecciones y ahora también a un segundo. ¿Cómo contemplan siquiera que tengamos que votar por tercera vez?
En esta prolongada exhibición de infantilismo uno de los pocos que ganan, siento decirlo, es un servidor, porque en realidad lo que está es perdiendo algunos kilos que le sobran.
Aclaro el enigma: cada cita electoral al firmante le toca recorrer una docena de colegios electorales de Málaga capital. Como se trata de colegios en barrios muchas veces colindantes, servidor va a pie y así, en ocasiones, puede acompañar a votantes a los colegios y recoger sus impresiones. Al final, restando el autobús son cuatro o cinco horas a patita.
Gracias a nuestros irresponsables diputados el que escribe está recuperando la línea y seguramente le vendrá muy bien algo de actividad por Navidad. Pero el bienestar general está antes del individual. Como comentaba esta semana un vecino cabreado, «políticos de tercera nos van a llevar a unas terceras elecciones».
O eso o que Zeus baje del Olimpo y reparta truenos, rayos y centellas entre nuestras egoístas señorías. No se puede caer más bajo.