Las raíces del cuñadismo hispano se pierden en la noche de los tiempos y ha tenido intensa práctica en la Málaga de los últimos tres siglos.
Por circunstancias de la vida, dos de los mayores escritores españoles de todos los tiempos, los valencianos Joanot Martorell –el autor de Tirante el Blanco– y el poeta Ausias March, eran cuñados. Este parentesco, sin embargo, no terminó mermando las respectivas producciones literarias, aunque también hay que decir que los lazos familiares sólo duraron seis meses, pues la hermana de Martorell pasó a mejor vida, no sabemos si al ser consciente de que debía permanecer el resto de su vida con el poeta.
Por razones nacidas en la noche de los tiempos el cuñadismo constituye una importante rama del humor en España y se penaliza con especial sorna en el mundo de la política, donde los cuñaos, sin la d intervocálica, siempre han hecho una importante carrera.
En el plano local, no hay dedos suficientes en manos y pies para contar las gestiones que los políticos malagueños han hecho en los últimos 300 años a favor de sus cuñaos en Madrid. La legendaria frase «tengo un cuñao», pronunciada en determinados despachos de la capital de España, no era meramente informativa, sino el preludio de una petición para que el marido de la hermana pasara a mejor vida sin perderla.
Pero, valga la redundancia, lo que es la vida: El paso de los años ha ido convirtiendo el cuñadismo en una práctica furtiva. Durante el Franquismo, todo hay que decirlo, llegó a su apogeo y los despachos se llenaron de cuñaos, hasta el punto de que en la promoción ministerial pesaba más el acta matrimonial que constataba los lazos con el hermano de la esposa que la aptitud para el cargo, que siempre fue algo secundario. La frase «tengo un cuñao» abría todas las puertas a un futuro espléndido sin necesidad de oposiciones.
Empero (que para algo tiene que valer esta preposición), la llegada de la Democracia atemperó esta práctica hasta desterrarla. Los altos estándares de control en España han hecho posible que el cuñao haya sido sustituido por el militante fiel, para el que se exigen las mismas aptitudes y capacidad de resolución que al marido de la hermana.
Lástima que los pícaros nunca tiren la toalla y en el mejunje de colocaos de todos los partidos, a los que se les abre un futuro espléndido –sin necesidad de oposiciones– se haya colado una figura insoportable para muchos: el cuñao con carné, al que hay que sumar, en una España sociológicamente más avanzada, a la cuñada con ídem.
El caso es que somos tolerantes y el cuñadismo sólo nos provoca la sonrisa de quien contempla una actuación de Gila. Siguen siendo los genes de la España cañí o habrá que decir la España cuñá.
Intermedio con gestión
Después de callejear durante un año como el Holandés Errante, servidor les dejará descansar durante un mes a partir de mañana. Debo visitar a un cuñao en Madrid.